Capítulo IX

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El canto distante de un gallo anunció la llegada del día. Al principio me asusté cuando abrí los ojos y me encontré con oscuridad total pero recordé que había pasado la noche con Bastien lo cual fue fácil de recordar porque sentía el pesó de su pierna sobre mi. Me levanté apartándolo cuidadosamente y busqué a tientas una ventana.

Tropecé varias veces hasta que di con una cortina de terciopelo. La luz pálida del día invernal me cegó momentáneamente pero rápidamente me adapté y ahora la habitación se encontraba parcialmente iluminada. Estudié mi entorno y vi la cama que era mas grande que la mía. Cerca de la puerta había un escritorio y una silla descolocada que imagino que era con la que había tropezado anoche. Fuera de eso había un ropero antiguo y un espejo de cuerpo entero en una esquina de la habitación. Me miré en el espejo y mi aspecto era horrible, tenía ojeras porque gracias a Bastien no había dormido bien y mi cabello era un desastre.

Lo miré y continuaba durmiendo tranquilamente con un mechón de pelo tapándole parte del rostro. Si no fuera él hasta se podría decir que se veía lindo durmiendo. Me acerqué a la cama pero un destello metálico desvío mi atención. De la pared colgaba una argolla llena de llaves de tamaños variados.

Descolgué cuidadosamente las llaves mientras vigilaba los movimientos de Bastien en la cama. Eran muchas y no tenía ni idea de que podía abrir con ellas. Estiré la argolla y saque una llave pero en ese momento miré hacia la cama y él se estaba removiendo. Me congelé pero por suerte solo cambió de posición. Examiné el manojo de llaves y decidí tomar otra más confiando en que el no notaría la ausencia de las dos que había tomado por la cantidad exagerada que pendía de la argolla.

Bastien se movió nuevamente y rápidamente devolví las llaves a su lugar y me guardé en el bolsillo de la bata las que había tomado. Volví a pararme frente a la cama y noté que su inquietud era porque le molestaba la luz en los párpados. Me acerqué y le quité el pelo de la cara. Él se movió nuevamente y abrió los ojos de forma inesperada pegándome un susto aunque no mostré sobresalto.

— No te enseñaron que es de mala educación observar a las persona mientras duermen.—dijo incorporándose en la cama

—Necesitáis un corte de pelo—dije ignorando su comentario.

—Lo tendré en cuenta—dijo pasándose los dedos por el cabello—Vamos a desayunar.

—No tengo hambre. Me iré a mi habitación y le pediré a Lucian que me suba una bandeja más tarde

—Gracias por lo de anoche.—dijo frotándose el cuello pero no le contesté.

Él me miró extrañado e imaginé que había confundido mi buena voluntad con un acto de perdón.

— No me agradezca. Lo de anoche fue solo para demostraros que soy más humana que usted. No confundáis las cosas, que os quede claro que no somos más que un par de extraños obligados a convivir—dije en tono cortante.

Estaba deseosa de salir de esa habitación antes de que notará que había robado dos llaves.

— No cambiáis. Siempre buscando segundas intenciones en todo lo que hago.

—¿Acaso me equivoco?

—Esta vez sí. Pero prometí respetar tus deseos y soy un hombre de palabra. No olvidéis eso.—concluyó mientras se quitaba las mantas para salir de la cama.

—En ese caso tened un buen día—contesté y me marché.

Pasé el día encerrada en mi habitación evitando a Bastien y rezando para que no se diera cuenta de que le faltaban dos llaves. Por lo menos ahora sabía donde podía encontrarlas. Esperaría a que cayera la noche para salir a explorar el castillo y ahora tenía mi llave que me impediría perderme.

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora