Capítulo XIV

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Los días siguientes el ambiente se volvió incómodo entre nosotros. Comíamos en la misma mesa y dormíamos en la misma cama pero era como si estuviéramos a cientos de kilómetros. Él era amable conmigo pero solo me hablaba por cortesía y yo era consciente de que mi reacción le había hecho daño y eso me dolía más a mi que a él. No se merecía mi rechazo pero no quería pasar el resto de mi vida encerrada en un castillo que era un peligro para mi y sin poder salir al exterior por miedo a demorar demasiado y acabar con nuestras vidas.

Era una decisión difícil a pesar de que me había prometido liberarme no imaginaba cómo lo haría. Llevaba tiempo diciéndome a mi misma que sólo lo veía como mi amigo y mi aliado pero realmente sentía cosquillas cuando me tocaba y contenía la respiración cuando lo veía. Rememoraba en mi mente cuando nos besamos y al instante sentía vergüenza de mis pensamientos. Pero nunca admitiría esos sentimientos en voz alta.

Una mañana me encontraba en la sala de arte y me fijé en una pintura que colgaba de la pared en la que no había reparado antes. El cuadro estaba colocado en la parte sombría de la habitación y yo rara vez entraba aquí.  En la pintura había un mujer joven y hermosa con el cabello rubio casi blanco sentada con un bebé en brazos, detrás había un hombre alto con cabello castaño, ojos verdes y barba incipiente con la mano sobre el hombro de la mujer.

«Su esposa» pensé

Y al lado de la mujer había otro niño de unos 8 o 10 años con la mano en el brazo de la silla y el niño tenía el cabello oscuro pero no se distinguía el color de sus ojos. Me acerqué al lienzo y entendí la mano para tocarlo. Pero una voz me detuvo.

—No lo toques.

Me di la vuelta y era Lucian que se encontraba parado en el umbral.

—Lo siento, no sabía que era tan valioso.

Se acercó y la verdad no se veía nada bien, tenía los ojos inyectados en sangre y el semblante demacrado como si no hubiera dormido en días.

—No, es sólo que esta pintura es muy vieja y se podría dañar fácilmente.—dijo suavizando su expresión.

—¿Quienes son?—pregunté observando el cuadro.

Por un momento percibí un atisbo de duda en su rostro pero se esfumó rápidamente.

—No lo sé. Sólo es parte de la decoración.—respondió secamente.

Lo miré nuevamente y me preocupaba su aspecto.

—¿Estáis bien?—la pregunta le atrapó desprevenido.

—No os preocupéis estoy bien.—dijo quitándole importancia al asunto.

—Pues no os veis nada bien, tenéis pinta de no haber dormido nada.

—Aveces sufro de insomnio pero no es nada grave. Gracias por preocuparos.

—Deberíais descansar.

—Lo haré, pero he venido a traeros esto—se sacó un papel del bolsillo y me lo tendió.

Lo tomé y era una carta—¿Qué es esto?

—La trajo esta mañana un mensajero de parte de vuestro padre.

—Muchas gracias—doblé la carta y la guardé en el bolsillo de mi falda—Ya puedes retirarte y por favor tómate un descanso.

—Así será—se despidió y se marchó.

Regresé a mi habitación para leer la carta esperando que fueran noticias de mis hermanos. Me senté junto a la ventana y abrí el sobre. Era de parte de Desdémona a juzgar por la letra.

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora