Capítulo XXV

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Cuando nos separamos cerró sus ojos lentamente y su mano cayó inerte. No hay palabras para describir la pena que sentía ese momento me dolía el pecho como si el puñal me lo hubieran clavado a mi y no a él. Quemaba y ardía no era consciente de nada solo sentía mis lágrimas y mi rabia apoderándose de mi sangre.

— ¡¡No!!—grité abrazando el cuerpo de Bastien aun caliente y Lucian se estremeció.

—Lyra, basta ya se ha ido.—dijo tratando de separarme del cuerpo de su hermano.

—¡¡Es mentira!!—decía negando con la cabeza una parte de mi sabía que él aún seguía aquí—¡No puedes dejarme, no me hagas esto! —dije llorando contra el pecho de Bastien.

—Lyra, lo siento mucho pero no hay nada que hacer.—insistió él

—¡Dejame! Tiene que haber una manera.—dije desesperada por el dolor.

Una carcajada interrumpió a Lucian antes de que pudiese decir algo.

—Que hermosa escena—dijo la madre de Lucian aplaudiendo con una sonrisa macabra—Al fin puedo ver perecer al culpable de mis desgracias.

La miré con rabia desde el suelo tenía deseos de matarla pero no me iba a separar de Bastien. Me aferraría a él tanto como pudiese. Estaré aquí por si decidiera volver.

—¿Que viniste hacer aquí? No te bastó todo lo que has hecho sucia criatura—escupió Lucian

—Cuida tus palabras hijo mío y si hay alguien sucio aquí eres tú, mestizo.—respondió ella con sarcasmo.

—¡¡Lárgate!!

—¡Obligame!

Nunca había visto a Lucian tan furioso. Apretaba los nudillos con tanta fuerza que parecía que se le rompería la mano en cualquier momento. De repente las paredes comenzaron a temblar junto con el suelo.

—¿Qué está pasando?—pregunté atontada y vi un atisbo de horror en el rostro de la Ondina.

Nadie me respondió pero Lucian miró fijamente a su madre y luego habló.

— Marchate, no te lo diré otra vez. Cualquier ápice de remordimiento que impidiera matarte desapareció esta noche.

—Tu y yo sabemos que no eres capaz—dijo ella en tono insinuente y los objetos de la habitación comenzaron a levitar— Siempre has sido un cobarde igual que tu padre y tu hermano. Terminarás como ellos.

—¡¡Cállate!!—gritó Lucian con rabia y acto seguido su madre estaba clavada en la pared.

Sangraba pero su sagre era como hierro fundido.

—Buen intento hijo—dijo con una sonrisa que me dio escalofríos.—Pero escuchame bien, la maldición de derramar tu propia sangre te perseguirá el resto de la eternidad.

—Acabaré con esto de una vez— dijo enardecido y el cuchillo verdugo de su hermano se elevó del suelo y se clavó con la rapidez de una flecha en el pecho de su madre. Era un escenario espantoso, la mujer de cabello albo vestida con un vestido blanco arapiento atravesada por varios objetos clavada en la pared sangrando  haciendo un enorme charco plateado a sus pies.

Estaba atónita mirando lo que había ocurrido sin saber que hacer. Vi como Lucian se sentó abatido el suelo encerró su rostro en sus manos como si llorase pero no emitía ningún sonido. Miré a su hermano en mis brazos y luego a él. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás. Entonces tuve una idea descabellada pero en ese momento tenía que aferrarme a cualquier atisbo de esperanza.

—Bastien, si me escuchas—dije con voz temblorosa—Sé quién eres, ¿sabes?—le aparté el pelobde su pálido rostro— Ya no tienes que seguir con tu maldición. Tu padre se llamaba Arthur, Arthur Alfort recuerdas.—con cada palabra se me hacía un nudo en la garganta— Él era un duque, tu madre murió cuando eras pequeño pero tu padre se casó de nuevo.—le contaba su propia historia con la esperanza de que la parte de él que quedara en este mundo me escuchara y recordara rompiéndose la maldición— ¿Adivina que? Tienes un hermano menor. Lucian es tu hermano. Recuerda como lo salvaste de tu madrastra por eso terminaste aquí por eso te hicieron olvidar todo lo que amabas. Por favor recuerda

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora