Prólogo

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Foordel. 
El pueblo fantasma muy pocos saben de su existencia, solitario, sombrío y con un aproximado de trescientos habitantes.

Somos pocos.

Es perfecto. 

O al menos eso creía. 

Aquí nunca sucede nada...

Decían. 

Nadie tiene secretos...

Decían.

Todos somos una enorme familia...

Decían.

Historias de terror y fantasía, un colegio, un parque, una cafetería, una pequeña clínica y algunas casas iguales que parecen sacadas de películas, pero esta historia está muy lejos de ser una película. Solo eso es nuestro pueblo acogedor y con un toque de misterio que nunca recibe visitas. 

Foordel está dividido por una enorme barrera de hierro sólido. Los ancianos dicen que al otro lado solo hay animales salvajes, mis padres me prohíben acercarme, otras teorías es que existen cosas inexplicables.  Hace mucho, pero mucho tiempo cuentan que quien la cruzaba no se volvía a ver jamás.  Con el pasar de los años nos acostumbramos a dejarlo estar. Nadie se acercaba, solo era un misterio más de la naturaleza y aprendimos a vivir con ellos.

Pero les dije... Soy curiosa y crucé la dichosa barrera y me llevé una enorme sorpresa.  Todos somos conocidos aquí, por eso cuando ves un rostro que no conoces te alejas y te olvidas del tema, pero en mi caso...

Caminé por todo el sendero que mis padres me prohibieron una y mil veces. Seguí al encapuchado, el aura que transmitía ese desconocido me consumió tanto que no pude evitarlo.
Incluso me atreví a hablarle y cuando escuché su voz por primera vez el clima cambió, pero lo digo literalmente. El cielo, el aire, todo cambió, repito todo.  Nada en mí volvió a su normalidad.  Me sentía segura, pero esa seguridad me duró segundos porque en todo lo que creía se fue a la mierda y cada vez encajaba menos.

Foordel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora