Capítulo 27 "Eres mi hija"

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Aries Clein.

Volví furioso hasta el escondite de los demás, la sangre me hervía y me había jurado a mi mismo que si a Iris le pasaba algo acabaría con todos. 

—¿Dónde está mi hija?

—Jhons la tiene —la progenitora de Iris comenzó a golpearme el pecho, mientras lloraba, Chanin la agarró con fuerzas y la alejó de mí— Prometo que la traeré.

Fui directo hasta donde estaba mi hermano y Tihan.

—Necesito vuestra ayuda —dije sin rodeos.

Ambos levantaron la vista.

—¿Para qué soy bueno? —preguntó el rubio.

—Intenta conectar con, Iris. Sé que conlleva un poco más de esfuerzo, pero puedes lograrlo.

—Bien.

—¿Qué ocurrió? —habló mi hermano.

—Se llevaron a Iris.

—¿Estás bien?

—Por supuesto que no. Pero si me derrumbo yo, ¿Quién la trae de regreso?

—Te voy a ayudar en lo que sea.

—Perfecto, necesito de tu mejor olfato, ten.

Agarró la tela y sus ojos se abrieron como platos.

—¿En serio, Aries?

—No tengo más nada, es solo un brasier. Tiene su olor. No hagas drama.

—Ya, pero me podías haber dado algo un poco menos íntimo, sabes.

—No protestes y huele de una puta vez.

Me fulminó con la mirada.

—Esto es realmente incómodo —protestó, luego hizo lo mejor que sabe hacer y se convirtió en un enorme lobo.

—Vamos.

Iris Dominic.

Abrí los ojos de golpe, sentí el gusto metálico a sangre en mi boca, intenté moverme y me vi atada de manos, cadenas junto a cuchillas finas, se pegaban a mi piel, cada que me movía el filo se enterraba en mi carne, haciéndome sangrar.

Dolía demasiado.

—La bella durmiente despertó —Jhons estaba a pocos pasos, sentado en una silla vieja.

Le di un vistazo a todo el lugar era una vieja construcción en ruinas. Abandonada. Jhon estaba ahí con el rostro magullado por su enfrentamiento con mi madre y Aries e iba completamente de negro. Lena lo acompañaba a su derecha.

—Es un gusto volver a verte sobrina —dijo en burla— O mejor dicho, hija —arrastró esa última palabra.

Hija.

Eso había dicho fuerte y claro, la boca se me secó y no sabía qué decir. Me dolía el pecho.

Más mentiras.

—Yo no soy tu hija —logré decir en un hilo de voz.

—Si lo eres y te reconocí desde el momento en que llegaste a la academia con cara de inocente —confesó— Solo que preferí seguir su juego. Te cuento que tu madre y yo nos enamoramos y tú fuiste fruto de ese amor. Obviamente, no somos hermanos, yo le prometí que eso diríamos —agregó y caminó hasta mí— Aunque no lo crean soy un hombre de palabra y que sabe fingir muy bien.

—Si eres mi padre ¿Por qué me quieres muerta?

—Yo no te quiero muerta. Lo único que necesito es arrebatar todo tu poder, ya que siempre fue mío y me lo robaste al nacer.

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