Capítulo 6 "Cambios"

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No recuerdo a la hora que logré quedarme dormida. En la mañana como lo había prometido ya Chanin me había pasado a buscar para ir de compras.

Mi plan era olvidarme de la barrera y permanecer el tiempo posible lejos de ella.

—Prueba con este y este —me colocó dos prendas sobre el hombro y me empujó dentro del probador casi a la fuerza.

Me puse el primer vestido y era un color tierra húmeda con destellos en dorado, no me gustaba para nada. Se ajustaba mucho a mi cuerpo. Era incómodo y parecía que tenía cincuenta años.

Chanin me miró de arriba abajo cuando salí:

—Prueba con el otro —arrugó la nariz.

Cambié nuevamente de vestido, este era azul claro, con unos tirantes muy finitos, se ajustaba a mis pechos y se abría sobre mi cadera, era un corte de princesa simple.

—Este me gusta —confieso. Me sentía cómoda con el vestido.

—Aquel te hace más adulta, con este pareces pequeña.

—Soy pequeña —le recuerdo.

—Vale, a tu gusto.

Guardé el vestido y me puse la ropa que traía. Seguimos mirando en la tienda por si encontrábamos algo que llamase nuestra atención.

—De camino a tu casa, conocí a un chico —me comenta— No lo había visto antes, pero es extremadamente guapo. 

—¿Es de aquí y no lo habías visto nunca? —eso si que era raro.

Se encogió de hombros.

—Quizás nunca habíamos coincidido en ningún lugar.

—Como digas.

Seguí en mi búsqueda de algún collar o algo sencillo y bonito que pegase para la ocasión. Chanin se alejó con unos cinco vestidos en los brazos.

Rodeé los ojos y entonces lo vi.

Al otro lado de la carretera, parado como estaca se encontraba Aries con los brazos cruzados y su mirada sobre mí. Iba completamente de negro e intimidaba.

Mi corazón se agitó, sentí miedo y me sobresalté cuando una mano se posó sobre mi hombro.

—¡Joder, Chanin!

—¿Qué miras? —preguntó con la ceja levantada.

—Ese chico de ahí.

—Yo no veo a nadie.

—Se habrá ido —literalmente se había esfumado, yo tampoco lo veía ya.

—¿Cómo me queda el vestido? —dio una enorme vuelta en el mismo lugar.

—Perfecto —sonreí abiertamente—. A ti todo te queda bien.

La mañana pasó entre ropas y  zapatos. Chanin volvió a su casa y yo hacía lo mismo, miraba a todas partes mientras caminaba por la acera. Mi casa ya estaba cerca. Solo me faltaba una cuadra.

El clima comenzaba a cambiar, el aire agitaba todos los árboles que rodeaban a las diminutas casas. El vecindario parecía una aldea de hadas y duendes.

Mi hogar era el último de ahí, ya luego de unos pasos comenzaba el bosque. Sentí la brisa fría y por instinto me abracé a mi misma. Justo al pie de un árbol estaba el chico culpable de mi tragedia.

Cruzar la barrera.

Me arrepentiría el resto de mi vida.

Dudosa me acerqué hasta donde él estaba y se adentró entre los árboles, me limité a seguirlo sin decir ninguna palabra. Me asegure que nadie nos viera.

—¿Qué haces aquí? —dije.

—Tu visita llamó la atención de varios en la academia —soltó sin rodeos.

—¿Eso que significa?

—Que tienes que volver y demostrar que eres una de nosotros.

—¿Qué pasa si no voy?

—Te buscarán, y...

—Me matarán —terminé por él.

—Yo dije que eras novia de London, pero que estaban en otro instituto. Lo que también está prohibido así que dije que te ibas a trasladar para estar con tu amorcito.

—No entiendo nada —pasé mis manos por mi rostro, frustrada—¿Quién es London? ¿Más academia? Otros colegios.

—Escucha con atención —agrega— Existen varias academias, otros pueblos y otras personas con habilidades especiales. Cada cierto tiempo las academias compiten entre sí, para demostrar quiénes son los mejores, por ello no está permitido que los estudiantes tengan relaciones con otro estudiante de diferente academia. Así que tú estabas en el colegio de Albawk, pero lo vas a dejar porque tu amor por London es muy grande y estás dispuesta a convertirte en una de nosotros. London es mi hermano.

—No voy a tener una relación con un lobo.

—Ya te dije no es un lobo. No te quedes solo con eso —repite— Es un cambia forma.

—No me puedo ir y dejar a mis padres.

—No tienes que hacer eso —brama—¿Cuándo cumples dieciocho?

—Dentro de dos días.

—¿Eres buena en algo académicamente?

—No sé.

—Piensa en algo que te guste de verdad.

—Soy buena dibujando —confieso con simpleza. Me gusta dibujar más de lo que demuestro, aunque me apena mostrar mis garabatos.

—Con eso es suficiente.

—¿Para qué?

—Le vas a comentar a tus padres que hace un mes enviaste tus dibujos a una convocatoria para nuevos talentos, en la cual te han aceptado y ahora tienes una beca en un colegio. En otro pueblo cerca de aquí.

—No se lo van a creer —murmuro—. Mis padres no son tontos.

—Yo me encargaré de que todo sea lo más real posible, confía en mí.

—Bien —no sabía ni que decir—. Haremos eso.

—Poco a poco irás entendiendo todo —pone su boca en línea fina—. Estoy casi seguro que cuando cumplas años tu poder y habilidad llegarán. Es la mayoría de edad para nosotros.

—Esto es de locos —me paso las manos por el rostro.

—Si confías en mí, no te pasará nada malo —se acerca tanto que noto el pequeño lunar que tiene en la comisura de sus labios.

—No tengo otra opción —bufo, su cercanía me inquieta.

—Nos vemos dentro de tres días, Iris —pasó un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.

Cerré los ojos y cuando los volví a abrir ya no estaba. Con más dudas que ganas de vivir volví a casa.

Entre sin silencio para que no me sintieran llegar.

Me escondo de mis padres y con la ayuda de una escalera vieja subo al techo. Saco mi cuaderno escondido bajo el doble techo. Comienzo a pasar las ojos, tengo dibujos de los árboles, la cascada, mis padres entretenidos, Chanin con una sonrisa se oreja a oreja.

Dibujar me hace feliz.

Me pongo los audífonos, con una leve melodia. Utilizando un carbón trazo líneas sin sentidos en una hoja blanca, con la yema de mi dedo froto haciendo un efecto de claro oscuro.

Los minutos pasaron y seguí con el dibujo por varias horas hasta lograr acabarlo, me quedé sorprendida al ver el rostro de Aries en el lienzo.

Se parecía tanto a él que no tenía que envidiar a una fotografía, era tal cual, no recuerdo el momento en que me había memorizado su rostro a la perfección.

—¿Qué pasa conmigo?

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