Capítulo 3 "Lo que escondía la barrera"

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Nada, no veía nada.

Parpadeo con fuerzas y ante mis ojos quedó descubierto cientos de personas; que caminaban de un lado a otro como si nada. Las calles, las casas, los carros, los edificios y sus habitantes. Parecía sacando de una película.

Esto era lo que había después de la barrera:

Un pueblo.

Vamos lo normal.

Lo único relevante era una enorme edificación con grandes puertas y barrotes. Un cartel viejo que daba la bienvenida a lo que se hacía llamar " Academia de Foordel"

«¿Qué coño?»

Tanto misterio para esto.

Otro pueblo después de la barrera, justo en nuestras narices. Estaba más confundida que antes.

La gente caminaba tranquila de un sitio a otro, como si vivieran a su propio tiempo o en su propio mundo. Mientras yo intentaba procesar todo, ellos lucían verdaderamente relajados. 

Lo más raro era que me sentía a gusto. Me sentía en casa y eso me asustaba.

Moví mis piernas hasta las enormes puertas del internado que era lo único que daba un aire antiguo y medieval. Cientos de jóvenes vestían completamente de negro, con chaquetas, botas pantalón ajustados y rasgados. Todo de cuero. Tenían una insignia en su mano derecha. Cómo un escudo.

No me di cuenta de que mi boca estaba abierta formando una enorme "O" hasta que un muchacho rubio pasó junto a mí y chocó mi hombro sin querer. 

Estaba perfectamente combinado con ropa oscura y enormes audífonos. Me miró detenidamente y luego de pensarlo bien se los retiró.

«Raro»

—Tampoco soy tan raro —soltó sin más— Debes tener cuidado con las cosas que piensas. Es peligroso.

¿Pero cómo coño sabía que yo...?

Creí haberlo pensado.

— ¿Dónde es...

— Eres nueva —exclama— Bienvenida a la Academia de Foordel. Es un gusto ver caras nuevas por aquí.

— ¿Puedes dejarme hablar? —reproché con ironía.

— Lo siento suelo hacerlo muy seguido —explica— no puedo esperar que termines de hablar cuando ya sé lo que vas a preguntar y la respuesta que lleva. Me pasa desde pequeño, supongo que por eso mis padres me abandonaron y la academia me abrió las puertas.

Perdón, abrí mis ojos como platos y supongo que necesitaré ayuda para recoger mi mandíbula del suelo.

Ahora estaba más confundida que nunca.

— Tranquila —sonríe y por primera vez me fijo en lo guapo que es— ya te acostumbrarás a tu nueva vida. ¿Acabas de desarrollar la habilidad?

—¿Habilidad?

—Lo siento tengo que irme —miró su reloj—. Ya nos veremos por aquí.

Se coloca sus audífonos nuevamente y antes de poder decir o preguntar algo más se larga con la cabeza baja.

Respiré profundamente e intenté pellizcar mis brazos porque esto tenía que ser un maldito sueño. El leve dolor y el color rojizo que adoptó el área de la piel pellizcada me indicó que esto estaba muy lejos de ser un sueño.

Mierda.

De pequeña mi abuela me decía que no fuera tan impulsiva y aquí estoy atrapada en un lugar que parece otra dimensión, otro universo, otra vida; sin saber que mierda hacer.

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