Capítulo 21 ¿Obsesión o Amor?

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La historia de Aries sobre el libro en la biblioteca había sido cierta, lo único que ocultó fue en la parte que se había obsesionado conmigo.

Era enfermizo. Me asustaba. También me gustaba.

Su cabeza eran imágenes mías de todo un año, mientas me observaba desde las sombras.

En el instante que confesé tener la habilidad de Tihan sus pensamientos se convirtieron en algo absurdos y sin sentido.

No entendía que hacía con Rianna si me quería a mí.

El ambiente estaba cargado, Aries tenía clavado los ojos sobre mi diminuto cuerpo. Ahora que se me había pasado el enfado me sentía poca cosa antes su postura.

Enarcó una ceja y una sonrisa se curvó en sus labios.

—Te estás convirtiendo en una de nosotros —se burló— Lo llevas en la sangre.

—Me obligaste a ello —pongo mi boca en línea fina— Mentiras, secretos y más mentiras, de brazos cruzados no me iba a quedar. Aunque me sorprende bastante tu secreto. 

—No era un secreto —dice— De ser así no lo hubieras descubierto.

—Te tomé por sorpresa. 

—Puedes creer eso —chasquea la lengua— Si te hace sentir mejor, pero la verdad es que estaba loco porque lo descubrieras.

—¿Por qué no me dijiste que soy tu obsesión?

—Eres más que eso —confiesa—, pero no es tan fácil como piensas.

—¿Rianna? —No entendía la relación de ellos dos.

—Hay más, Iris. Mucho más.

—Ya estoy cansada de toda esta mierda.

—Quizás algún día esto acabe.

—¿No puede acabar ya? —trago en seco.

Me levanto y Aries se hace a un lado. Camino por la habitación, él me mira con los brazos cruzados. Sigue semidesnudo, con solo una toalla y juro por Dios que me están entrando unas ganas locas de besarlo otra vez y de recorrer su cuerpo.

—Iris —me llamó y me volteé a verlo. Se pasó las manos por el cabello aún húmedo —Ven aquí.

Mis pies respondieron por si solo, respiré con fuerzas y en segundos mi rostro estaba escondido entre su pecho. Sus brazos me rodearon y acariciaron mi espalda.

Sus manos bajaron hasta la parte baja de mi espalda y me pegó más a su cuerpo, me tomó por sorpresa.

Sus dedos subieron por mi cuello y se detuvieron en mi barbilla. Levantó mi mentón y acarició mis mejillas. Acunó mi rostro entre sus manos.

Tragué en seco.

Abrió su boca, pero no dijo nada. Asentí dudosa.

Su boca cayó sobre la mía. Me refregó contra su cuerpo. Moví mis labios, a su ritmo, deje que su lengua invadiera mi boca. Mordió mi labio inferior y se separó lentamente. 

Volví a besarlo. Sus manos bajaron a mi trasero y me tomó, rodeé su cintura con mis piernas. Caminó conmigo en brazos y me soltó sobre la cama de London.

En serio en la cama del cambiaforma. 

Me dejó caer y se alejó, pasó el seguro a la puerta y volvió. Sus manos encerraron mis tobillos y me llevó hasta el borde de la cama.  

Sentada me quitó la camisa y maldije por lo bajo al no llevar brasier. Me besó el cuello, descendió por mi pecho su aliento bajó a mi abdomen y con sus dedos desabrochó el botón de mi jeans.

Sonrió de lado.

La temperatura había aumentado considerablemente.

Alcé mis caderas y retiró lentamente el pantalón por mis piernas, arrojándolo al suelo. Apoyó una de sus rodillas en el colchón, para llevar su mano a mi rostro y volver a besarme. Sus nudillos hicieron fricción contra la tela de encaje de mis bragas. 

Su lengua dibujaba sobre la piel de mis pechos, sus dedos tiraron del elástico de mi braga, terminando desnuda. Insertó uno de ellos en mi interior.

Solté el aire que tenía reprimido.

Tocando mi clítoris, deslizándose entre mis pliegues, jugando con mi cordura y haciéndome estallar con sus dedos.

—¿Probamos la cama de mi hermano? —susurró contra mi boca.

Me concentré en sus ojos brillosos. En lo oscura que se estaba convirtiendo su mirada.

—Quiero —logré decir y pasé saliva.

Aries se separó y rebuscó en el cajón de la pequeña mesa de madera. Volvió con algo entre sus manos y se mordió los labios antes de dejar caer su toalla al suelo.

Cambié la vista apenada y con las mejillas encendidas. Ya lo había visto, probado y disfrutado, pero aún así no pude evitarlo.

Se metió entre mis piernas y se apoyó sobre sus codos para no aplastarme. Mis manos rodearon su cuello.

El primer día que vi a Aries en la cascada, desapareciendo en el bosque no me imaginaba ni de broma lo que la vida me tenía preparada.

Puede que él llevara más de un año obsesionado o enamorado, esperando por mí. A mí me sobraron los días para perderme en él. 

—¿Qué pasa? —comentó y me detuve a observarle.

—Nada.

Lo vi abrir el condón, colocárselo y sus labios se posaron nuevamente sobre los míos. Solté un gemido ronco al sentirlo en la parte baja de mi vientre.

Acarició mis hombros, repartió besos por todo mi rostro, mientras se abría paso en mi interior.

—Con confiar en mí es suficiente —confesó—, yo sería capaz de hacer cualquier cosa por ti.

—¿Serías capaz de matarme? —pregunté, temiendo su respuesta.

—Sí, sin dudarlo un segundo —no titubeó.

—¿Por qué? —sentía miedo, pero no quería salir de sus brazos. 

—Porque me enamoré de ti y no sabes lo jodidamente malo y bueno que es —agrega— Ahora eres la única que tiene el poder para destruirme y no hablo de tus habilidades.

—No te voy a romper el corazón, Aries.

—Ya no tengo corazón, te pertenece desde el día uno —besa mi frente.

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