Capítulo 28 "Te amo"

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Fortaleza.

Orden.

Organización.

Realeza.

Disciplina.

Enseñanza.

Lealtad.

En eso y más se convirtió Foordel después de abrir sus puertas para recibir nuevos alumnos que necesitaban ayuda, y alguien que los guiara. En este caso mi madre se convirtió en la nueva directora.

Nosotros somos y siempre seremos diferentes al resto. Eso no significa que somos monstruos entrenados para matar.

Las reglas estaban cambiadas.

No más enfrentamiento, no más guerra, no más sangre.

Éramos aves libres con el permiso de usar nuestros poderes con el fin de ayudar, no de destruir o herir.

Mi mente viaja a todos los acontecimientos que pasaron hace meses atrás. Juego con el césped recortado.

—Chanin y London no se separan ni para ir al baño —cuento. Sentada en el suelo con las piernas cruzadas y los codos apoyados en las rodillas— Lena decidió irse de la academia, Steven se fue con ella. Quieren intentarlo. Hacer que funcione.

Supongo.

Me mantengo en silencio, en espera de una respuesta que nunca va a llegar porque...los muertos no hablan.

—A veces te siento en mi cabeza y lo único que hago es llorar. Yo no salvé a nadie aquel día. Tú lograste darme las fuerzas que necesitaba para acabar con Jhons. Te sacrificaste, aquí el héroe eres tú.

Cada semana vengo a una capilla donde se encuentra los estudiantes que murieron por culpa de mi... Jhons.

En mis pies está la lápida de Tihan, sigo llorando, sigo sin superarlo. Era el único amigo que realmente tenía y por más que intentaba virar el tiempo atrás era imposible.

—Rianna está viva, lo sé. Es una locura. No entendemos como ocurrió, ella tampoco sabe por qué perdió la cabeza y no recuerda nada.

Suelto una sonrisa triste, apagada.

En realidad llevo apagada hace tiempo, y no lo sabía.

Colocó flores nuevas, brillantes y las cambio por las secas. Limpio el mármol y vuelvo a tragar en seco cuando una lágrima recorre por mi mejilla.

—Estoy segura de que te hubiesen gustado las nuevas reglas del instituto. Jhon era un asco de persona. Recuerdo que un día London me dijo que la muerte era preciosas. Pues si, lo es, porque ahora tú formas parte de ella.

—Iris —me llaman y volteo a ver.

La mirada brillante me atraviesa el alma, pongo mi boca en línea fina y limpio las lágrimas con el dorso de mi mano. Me levanto y voy hasta él. Doy un paso con la intención de bajar los tres pequeños escalones, pero sus manos me rodean por la cintura y me hacen girar en el aire.

—Hola —digo en un hilo de voz.

—Eres preciosa cuando estás triste.

Mis mejillas se encienden por su comentario.

—No le veo nada de lindo a la tristeza.

Me deja en el suelo, entrelaza nuestras manos y empezamos a caminar.

—Yo sí —sonríe de lado— Tristeza o alegría, da lo mismo. Para mí la belleza eres tú.

Abro la boca y la vuelvo a cerrar.

Las piernas me tiemblan y todo mi cuerpo se estremece, parezco gelatina. El corazón me bombea con fuerzas.

Cierro los ojos por un momento.

—Gracias.

—¿Por qué? —enarca una ceja.

—Mi vida estaba vacía hasta que llegaste. Si te volviera a ver te volvería a seguir y me adentraría en el bosque una vez más.

—En ese caso, fue un placer que me siguieras.

—¿Debe ser difícil?

—¿Qué?

—Estar enamorado de alguien que no conoce de tu existencia —digo y paso saliva.

—Na, yo sabía que tú ibas a hacer mía.

—Te lo tienes muy creído, Aries.

—Mírame —da una vuelta en el lugar— ¿Has visto algo mejor que yo? —bromea.

—¿De verdad se acabaron las mentiras?

—Sí.

—¿Podemos ser felices?

—Sí.

—Pues entonces, te amo.

—Yo también te amo, Iris.

Foordel ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora