8. Mi amigo Patillas

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Saúl nunca en su vida había montado en patineta, así que mucho menos podía mantener el equilibrio encima de una, incluso se le había olvidado como montar en bicicleta, por lo que temía hacer el ridículo frente de Mark, quien hablaba con el encargado del local.

Dentro del local estaban otros grupos de personas, todos adolescentes. Iban acompañados de sus amigos y bromeaban entre ellos. Saúl se imaginó a si mismo dentro de un grupo parecido.

¿Cómo habría sido su adolescencia sino se hubiera apartado de la sociedad y personas de su edad? Seguramente tendría recuerdos más gratos que él encerrado en casa.

Al estar perdido entre las patinetas de exhibición y los chicos riendo entre ellos, no se percató de la cercanía de Mark hasta que éste aclaró su garganta. Solo así se dió cuenta que el mayor estaba justo a su lado, tratando de buscar con la mirada lo que tuviera tan distraído a Saúl.

—¿Te gustó esa? —le preguntó Mark, apuntando a una patineta estándar de color verde, que un grupo de amigos miraban en busca de una etiqueta con el precio.

—¿Eh? —Tardó un poco en volverse a conectar con la realidad. Terminó por sonreír— Sí, está súper bonita y aerodinámica.

—Yo agarre está. No sé si es aerodinámica, pero era la única con un diseño atractivo —informó Mark, tomando con ambas manos su nueva patineta, que llevaba la imagen de un unicornio gordo comiendo donas como decoración—. Seguro que voy a atraer a muchas señoritas con esto —añadió en broma.

Saúl lo miró con algo de sorpresa.

¿Atraer señoritas?

Imposible. Su futuro esposo no podía gustar de señoritas. No es que fuera un posesivo, eso era feo, pero, al menos en su imaginación, Mark solo tenía ojos para él, ¿era malo que deseara que fuera así en la vida real?

—¿Entonces quieres esa? —le preguntó Mark, apuntando a la patineta verde.

—No tengo ni para comprarme unos calzones, no podría costearme nada de éste lugar —dijo en respuesta, con la voz baja y bañada en vergüenza.

Mark apartó lo mirada, teniendo una pequeña riña interna. Creyó que desde un inicio había quedado claro que él iba a comprarla, pero ahora no tenía idea de cómo aclararlo sin sonar como el típico viejillo adinerado que satisfacía todos los caprichos de su acompañante claramente más joven que él.

¿Decir "descuida, yo lo pago" suena muy Sugar Daddy?

—¿Pero te gustó? —cuestionó, haciendo como sino le interesará mucho la respuesta.

—Pues sí.

—Ah…

Ya te lo sentaste en las piernas, Mark, no hay nada más de viejo verde que eso. Que no te dé pena.

—Mira… yo te dije que te iba a traer para conseguir patinetas… eso quiere decir que yo voy a pagar —terminó por aclarar, teniendo la vista perdida en el lado contrario del local, con el único propósito de no cruzar miradas con Saúl.

Saúl sonrió aliviado. Eso era algo que ya sabía, pero quería estar completamente seguro antes de pedirle algo a Mark y que éste le diera a entender que solo iba a comprar la suya.

Antes de comprar una patineta para Saúl, decidieron salir del establecimiento para que éste intentará avanzar sobre la patineta de Mark y ver qué tan bien se le daba.

—¿Y ahora que hago? —le preguntó Saúl, cuando tuvo ambos pies sobre la patineta. Mark estaba a unos pasos delante de él.

—La verdad, no sé —respondió Mark de forma honesta, mirando con atención los pies de Saúl, tratando de descifrar como hacer para que la patineta avanzará con alguien arriba—. ¿Y si te impulsas con un pie y luego vuelves a subirlo?

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