18. Hombre independiente

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Mark había creído que lo único destacable del cumpleaños de Iker fue haber aceptado trabajar con Patillas. Le gustó haberse equivocado.

Monserrat, Angélica y Sara, las mujeres con las que habló ese día, al parecer no se habían olvidado de él y lo invitaron a una de sus reuniones por las tardes. Al inicio no iba a ir, pero tomó el entusiasmo que Saúl puso para volverse su amigo como inspiración para interactuar con más gente, por lo que terminó aceptando.

Creyó que no encajaría en un grupo de madres solteras que pasaban los treinta años, de nuevo, le gustaba haber estado equivocado.

—Te digo que eso de rogarle a los tipos es una estupidez —soltó Monserrat, luego que Sara le contara su desastrosa última cita—. Sienten que les debes algo después de invitarte unas papitas, no son más que imbéciles.

—Estoy de acuerdo —dijo Mark, ya entrado en confianza. Se llevó la taza con jugo de uva a los labios y le dió un sorbo.

—¿Te ha pasado? —le preguntó Monserrat, posando sus ojos negros sobre él.

—No, pero suena horrible —contestó Mark, dejando su taza sobre el pequeño plato de porcelana que tenía sobre la mesa de jardín.

—Es horrible —aseguró Sara—, y todo empeora cuando saben que eres madre. ¡Oye! Nadie les está pidiendo que se vuelvan padrastros, es la primera cita, por dios, ¿que les cuesta no decir tonterías como yo no estoy para mantener a nadie?

—Lo dicen como siquiera pudieran mantenerse a ellos mismos —habló Angélica, de modo risueño—. Mi última cita seguía viviendo con sus padres.

Mark le dió otro sorbo a su jugo, tomando eso último como un golpe directo.

—Tú eres la esperanza de que no todos están mal —le dijo Monserrat a Mark, haciendo que éste se quedará con la taza en los labios al no entender a qué se refería—. ¿Cómo te llevas con el hijo de tu novio?

—Ah... —Volvió a colocar la taza en su lugar. Pasó de largo el hecho de que siguieran pensando que Saúl era su pareja y solo se concentro en la pregunta— En realidad no es su hijo; es su sobrino. Él se encarga de criarlo… eso creo.

—Padre es el que cría —sentenció Sara, tomando una galleta del plato que estaba en medio de la mesa.

—Tu novio ha hecho un buen trabajo como figura paterna —le comentó Angélica con alegría—. Mi hijo, Carlitos, se volvió amiguito de Iker en su fiesta de cumpleaños, y dice que es maravilloso.

—Sí… Saúl hace un buen trabajo como padre —soltó Mark, recordando todas esas veces que Saúl se controló para contestarle de la mejor manera a Iker, muy apesar de lo que hubiera hecho el niño—. No se cómo lo hacer, quizá es talento.

Angélica casi escupió el jugo que estaba tomando, Sara abrió los ojos y negó con la cabeza.

—No hay talento para eso, es puro trabajo duro, pero durísimo —le aclaró Monserrat—. Te juró que tu novio quiso aventar a Iker por una ventana los primeros días que tuvo que cuidarlo. Tratar con niños es lo más pesado que puede existir, más si lo único que te enseñaron era que tenías que limpiarles la cola y darles amor.

—¿Desde cuándo se encarga de Iker? —le preguntó Angélica, para darse una idea de el estrés que Saúl llevaba cargando.

—Tengo entendido que desde que Iker nació —contestó Mark—. Saúl cumple diecinueve éste año, así que tenía quince cuando Iker nació.

—Lo más seguro es que el niño le chupe toda su juventud —soltó Sara—. Las noches de desvelo y las tardes aguantando corajes cobran factura —añadió ante la mirada confusa de Mark.

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