11. Padres adoptivos de Iker

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Iker quería jugar en paz con Lady Muffin a que iban de compras, ¿era mucho pedir? Tal parecía que sí.

Para desgracia del infante, su tío se había pasado toda la mañana contándole sus dudas existenciales y problemas amorosos, cosas que no podían importarle menos a Iker, que solo deseaba ponerle sus camisas a Lady Muffin y hacer como que el felino se probaba ropa de marca.

Cuando creyó que Saúl se daría cuenta que él no quería escucharlo, se sintió listo para volver a jugar con tranquilidad, pero Saúl soltó un suspiro digno de alguien con el corazón roto.

—Y es que no entiendo —expresó Saúl, acostado boca arriba en la cama de su abuelo, teniendo la vista en el techo—, me dijo que él me gusta solo porque es la única persona con la que hablo además de Patillas, y me lo creí, pero ahora tengo otra duda…

—Ay, papá, eres bien gay —se quejó Iker, siendo lo más cuidadoso posible al ponerle una camisa con estampado de dinosaurios a Lady Muffin.

—Es que, si te fijas; si lees entre líneas, quiso decirme que yo también le gusto: porque solo habla contigo —concluyó Saúl, mirando a Iker—. ¿Tu qué piensas?

Iker lo miró molesto, con los ojos entrecerrados y los hombros en lo bajo.

—Yo siempre te aguanto, ¿no me puedes aguantar un rato? —le cuestionó Saúl, cuando Iker no cambio su expresión.

—¿A mí que me importa si le gustas a alguien? Yo solo quiero jugar y no me dejas —se expresó Iker. Cualquiera que lo viera, juraría que estaba a nada de lanzarle un zapato a Saúl en la cara.

—Solo dime lo que piensas y te comprare un dulce. —Intentó negociar.

Iker había fingido que no le había puesto atención a los problemas de su tío, pero escuchó perfectamente, y basándose en la información que recibió, concluyó diciendo:

—¿Y si le gusta Patillas? —preguntó él, haciendo que Saúl pelara los ojos— Es el único con el que habla.

—Tambien habla conmigo.

—Pero te dijo que estabas confundido porque tú no le gustas —aclaró Iker, acariciando la cabeza de Lady Muffin—, y no le gustas porque quiere a Patillas.

Saúl chasqueo la lengua y miró a otro lado.

—¿Por qué le gustaría Patillas y yo no? —cuestionó Saúl, como si su pregunta respondiera algo.

—Pues hace ricos los sandwiches —respondió Iker.

—Eso no cuenta, Iker.

—¿Y por qué no?

—Porque Mark ni provo los sandwiches de Patillas —aclaró el mayor, sentándose al sentir que debía explicarse lo mejor posible—. Cuando vino a comer lo único que comió fueron mis lentejas.

—Le diste lastima —aseguró Iker, antes de dirigir toda su atención a Lady Muffin.

—Vas a ver. No te voy a comprar nada —soltó Saúl, poniéndose de pie.

Iker lo miró ofendido, pero no pudo protestar, pues Saúl rápidamente salió de la habitación para dirigirse a la suya.

¿Que se cree ese niño? ¿Que no piensa en mi autoestima o qué?

Sabía que era algo muy infantil molestarse con un niño que apenas iba a cumplir cuatro años, pero no encontró otra forma de actuar ante esos insultos.

Entró a su habitación únicamente para ponerse el único par de tenis que tenía y el abrigo que Mark le había comprado. Ese día debía ir a hacer las compras, y no se había dado cuenta de cuanto tiempo del día perdió quejándose hasta que vió la hora.

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