21. Cupido, alivianate

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¿Había destinos peores que tener que pasar cinco meses durmiendo en el suelo? Para Saúl, claro que sí; era tener que ver cómo su hermana se compró un cómodo colchón, a solo ocho días de su cumpleaños.

Creyó que Yasuri solo bromeó al presumir que ella podría tener cómoda la espalda mientras que él seguiría durmiendo en el frío y duro piso, pero no fue así. Ese día había recibido un suave y amplio colchón. Yasuri lo dejó caer en su habitación y rápidamente Iker se echó encima.

—¡Mira, papá! ¡Ya no voy a dormir en el piso! —le presumió Iker, acostado a un lado de su madre. Saúl se había sentado echo bolita en una esquina de la habitación.

—Iker, Saúl es tu tío —le recordó Yasuri, a lo que Iker contestó acostándose boca abajo.

Saúl observó como Yasuri reposaba sobre tremendo colchón. Ese día conoció lo que era la envidia.

—¿Sabés? —le preguntó Saúl a Yasuri, pero ésta no apartó la mirada del teléfono— Ya casi es mi cumpleaños, y un regalo no me vendría mal.

—Te vamos a regalar un pedo —bromeó Iker, después de darse la vuelta y abrazar a Yasuri, poniendo una pierna sobre el abdomen de ella.

Yasuri río ante el chiste de su hijo, haciendo que Saúl les pusiera mala cara y se abrazara más a sus propias piernas.

—No pido la gran cosa —aclaró Saúl—, una colchoneta estaría bien.

—Hum… no, no creo, están muy caras —le contestó Yasuri, viendo un artículo sobre la importancia de la actividad física.

—¡Tengo tres sábanas! —exclamó Saúl. Yasuri rodó los ojos.

—Ya vas a empezar —susurró ella.

—Sí, ya empecé —sentenció el rubio—. Tengo tres sábanas, una la extendiendo para acostarme, otra para taparme y la tercera la hago bola para ponerla bajo mi cabeza, porque ni siquiera tengo almohada.

—Yo estuve igual por mucho tiempo —le recordó Yasuri—. Llegamos a ésta casa sin nada, ¿okay? Y apenas me compro un colchón, tú empiezas a pedir cosas. Voy a estarlo pagando cada quincena, quizá, cuando lo termine de pagar, te pueda comprar una colchoneta.

—¡Mejor cómprame una almohada! —le pidió Iker, aprovechando que Yasuri estaba ofreciendo cosas.

—No, Iker, ustedes ya tienen un colchón —soltó Saúl.

Yasuri fingió pensar. Era obvio que se compraría una almohada antes de darle una colchoneta a Saúl, pero si lo decía, su hermano terminaría haciendo una huelga de hambre o dejaría de lavarle la ropa.

—Ustedes se van a olvidar de lo que es sufrir en el piso —siguió Saúl, poniéndose de pie al recordar que debía preparar la comida—, pero yo seguiré adolorido. Ya me duelen los brazos porque duermo de lado, pero eso a nadie le importa.

—No, papá, no importa —le contestó Iker, teniendo la mirada fija en el teléfono de su madre.

Saúl salió indignado de la habitación. Antes de bajar para hacer de comer, le dió un rápido vistazo a su propio cuarto, odiando el hecho de que estuviera semivacio y ocupase usar una mochila para guardar toda su ropa.

¡Ni un cajón decente tengo! Ya estarás contento, espermatozoide que me dejó ganar la carrera.

El mal humor era algo que usualmente se le pasaba en cuestión de minutos, pero no solo estaba enfrentando el hecho de tener que ser el único en la casa durmiendo en el piso, también tuvo que tragarse el coraje al recordar que tendría que sobarle los pies a su abuelo cuando éste llegase del trabajo.

Dums in love!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora