Capítulo 1

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Mientras miraba la pequeña estación de autobuses del pueblo.
Podía sentir el tenso ambiente.
La mayoría se van, y no vuelven nunca. Y no sé si ese también será mi caso.

—¡hay mi niño! Pareciera ayer, cuando te cargaba en mis brazos—dijo mamá, mientras yo intentaba disimular.

—¡y ya te vas a la universidad!
—¡mamá! Ya, cálmate. ¡No me voy para siempre! ¡Y te llamaré en cuanto pueda! —intente calmarla. Todos alrededor nos miraban extraño.

—no es lo mismo... Puedes tener diecinueve, veinte, o incluso cincuenta. ¡Pero siempre serás mi bebé!

—lo sé, mamá. Pero ya tengo que irme. Es un viaje largo, y si no me voy ahora, no llegare a tiempo para inscribirme. —le di un último abrazo, para después girarme a hacia Mae, quien tenía los ojos llorosos.

—princesa, no llores. No me voy para siempre. —dije sosteniendo su cara entre mis manos.

—no, me vas a abandonar... —su llanto seguía, mire a mamá, en busca de ayuda, solo me miró con cara de:"¡ese no es asunto mío!"

—no lo haré... ¡Jamás podría hacerlo! Yo te adoro mi niña. —bese su frente. —¡pero, ya tengo que irme! Prometo que te llamaré todos los días-coloque mi mano en mi pecho, mientras alzaba la otra.

—¿lo prometes? —dejó de llorar, alzó su dedito meñique. Sonreí, por su acto tan tierno. —¡lo prometo! —asegure, entrelace mi dedo meñique con el suyo.

No se veía tan convencida, quería dejar de llorar y verse mayor, aunque sabe que no lo es. —vamos princesa, hablaremos todos los días, y en cuanto pueda vendré a verte. No te libraras tan fácil de mí.
Ella sonrió, y casi al mismo tiempo me abrazo. Correspondí su abrazo, me costó un poco, pero al final conseguí que me soltara.

—¡llegó la hora! —abrase a mamá, otra vez.
Escuché a alguien hablando atreves de un micrófono de la central de autobuses.
"pasajeros con destino a la ciudad capital, favor de abordar el autobús número 9".

Me di la vuelta, para caminar directo hacia el autobús, no quise voltear para ver a Mae por última vez, si la veía, sabía que me arrepentiría de irme.
Solo escuché a mamá diciéndome que debo hacer.

—¡lávate bien los dientes! ¡Y no comas porquerías! ¡Abrígate bien! ¡No quiero que te de una pulmonía! —decía mamá, detrás de mí.

[...]

Estaba en el autobús, al lado de un hombre mayor con barba canosa y bastante prominente.
Parecía un indigente.
Intente ignorarlo, pero su olor era asqueroso, solo respirar cerca de él, me revolvía las tripas.
Faltaban 15 minutos, para llegar a la universidad, fue un viaje de casi 12 horas, y me siento medio-muerto.
Voy camino a la universidad Geybel, obtuve una beca, gracias a mis buenas calificaciones.
Era agradable saber que no volveré a ver mi pequeño pueblo, en un buen rato, no me malentiendan, si extraño a mi madre y a Mae. Pero solo a ellas. Aunque el viaje estaba matándome, después de esos 15 horribles minutos, por fin llegué a la universidad, fui directo a hacer todos los trámites para registrarme.

Me trataron con bastante desprecio, en parte por mi cara de: "si me tocas, te mató".
Y por qué, el olor del hombre se impregno en mi chaqueta.
No le di importancia, después fui al edificio, el cual sería "mi casa", por los próximos años...
Al entrar, un chico estaba sentado en el mostrador, me saludo y empezó y presentarse.
Sinceramente, no lo escuche, tampoco me interesaba saber quién era.

365 Rosas (Sin Editar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora