Capítulo dieciocho

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Aquel día volvió rápidamente a su casa. No temía dejar solo a su pequeño, después de todo había colocado un buen sistema de seguridad, al más mínimo movimiento que no sea identificado por el escaneo, el atacante caería en una trampa y automáticamente avisaría a la policía, todo estaba fríamente calculado, por lo que a su bebé no le pasaría nada. Aquella madrugada no cerró ojo desde que llegó, simplemente se fue a la cocina en donde se preparó un café cargado. Aquel día estaba más ansioso que de costumbre, sus manos temblaban notoriamente y sentía que su garganta se cerraba dolorosamente, amenazando con sacar un sollozo roto en cualquier momento, mas él sabía que debía ser fuerte, él tenía la responsabilidad de mostrarle a su pequeño que se sanaría... O por lo menos por un tiempo...

El cáncer nunca desaparecía, por más que hicieran operaciones... Por más que hicieran tratamientos... El cáncer siempre volvería... Tarde o temprano... 

Aquello despertó una nueva preocupación por el menor, Shouto había comenzado a pedir turno doble, por lo menos le dejaban un descanso justo para poder hacerle el desayuno a su niño e irlo a dejar a la escuela, por lo menos su turno se extendía a lo largo de la mañana y noche, así podría pasar el día con él... Se aseguraba de siempre llevar su celular, ya que había comprado un celular al menor, el cual ni siquiera tuvo que quitárselo durante el día, ya que solo lo usaba en las noches en caso de que tuviera pesadillas, lo único que podía calmarle era escuchar la voz del heterocromático mientras se abrazaba a sus peluches o almohadas o incluso a sus mascotas. Pero, bueno... La preocupación que aumentaba con el paso del tiempo era que el cáncer volviera, que Satoshi volviera a tener que estar bajo los tratamientos de la quimioterapia, por lo que juntaba mucho dinero, el suficiente como para que lo heredara o para poder apoyarle... Nunca se sabe.

Después de haber bebido tres tazas de café, comenzó a preparar el desayuno, preparó algo fuera de lo común dentro de un desayuno japonés. La leche era algo importante en la alimentación de su pequeño elfo azul, por lo cual preparó leche con chocolate y unas tostadas con mantequilla, además de acompañarlo con un par de galletas... 

Sí, consentía a su pequeño, pero no a un punto en que llegara a ser un malcriado... Él estaba esforzándose...

¿Lo estaba haciendo bien?

...

Su nene se había levantado con un poco de fiebre, agradeció que no fue como la primera vez que enfermo, aquel día casi le da algo. Con un poco de paños húmedos y su quirk logró bajar aquella molesta temperatura. Una vez de haber comido, bañado y cambiado partieron su camino al hospital.

— ¿Iremos a ver a la abuelita Rei? — el brillo inocente en los ojos del menos le dañaba, odiaba tener que mentirle de esa forma.

— Podemos ir a verla después, ¿si? Ahora debes entrar en el tratamiento que te dije... — el niño apretó levemente la mano de su Oto-san, este se dio cuenta rápidamente — ¿Qué sucede, mi bebé?

— Tengo miedo, Shouto-Otosan... — confesó agachando la cabeza — ¿Dolerá...? Ya me duele bastante el cuerpo...

El corazón se Shouto se partió un vez más...

— Si te duele... — el mayor acarició con cariño la cabeza del infante — Puedes apretar, morder o rasguñar la mano de papi...

— ¿Papi va a estar allí?

— Sí...

— ¿Me lo prometes por el meñique?

— Te lo prometo por el meñique...

...

Al llegar a ese horrible edificio, le dieron un número y le hicieron esperar en la sala, su pequeño elfo azul estaba acurrucado en su pecho mientras jugaba con el celular del bicolor, la espera era bastante aburrida, Todoroki alzaba de vez en cuando la mirada para ver si su hermano llegaba, Natsuo había cumplido su palabra, ya que dentro de pocos minutos se encontraba allí, se notaba que había sido una noche dura para él también, se acercó al padre e hijo con una gran sonrisa y les dedicó un:

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora