Capítulo veintiseís

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Les había convocado a una pequeña cafetería de mala muerte, era un barrio desolado y aterrador, no era un lugar para cualquiera, pero él estaba acostumbrado, ya había sido obligado a pasearse por esos sectores en horas peligrosas como la medianoche. Espero con una taza de café a sus invitados, uno por uno fueron apareciendo.

— Ya estamos todos, ¿vas a decirnos de qué se trata esto, caramelo de menta? — preguntó un rubio que consumía con toda tranquilidad la comida que había pedido.

— Así es, Shouto, sonabas un poco mal cuando nos llamaste — habló Aizawa con su típico rostro cansado.

El bicolor meditó un poco lo que estaba apunto de hacer... ¿Cómo era posible que tantas cosas le hubieran pasado desde que Satoshi llegó con él? Había tantas cosas por las que habían pasado, la primera vez que tuvo que acunarlo en sus brazos y decirle que todo estaría bien, la búsqueda de una nueva casa, el paseo al lago, la visita a la casa de sus hermanos, a su madre y a su maestro... Al igual que lo bueno, habían cosas malas... La vez que asustó a su pequeño con casi no llegar a su cumpleaños, las lágrimas de arrepentimiento después de su accidente, el descubrimiento del cáncer por culpa de ellos y... Encontrarse con su viejo amor... 

Sin embargo, a pesar de todo quería que ese niño se quedara a su lado, deseaba tanto poder ayudarlo, sentir su cabecita acurrucada en su pecho mientras dormía, los miles de dibujos que se colgaban sin cesar del refrigerador, los paseos hasta la escuela o a la casa, escuchar sus penas y tormentos para poder darle una mano cuando más lo necesitara... Quería que su bebé se quedara para siempre con él.

— ¿Shouto? — giró sobresaltado hacía Hitoshi — ¿Te encuentras bien?

— Sí... Solo pensaba...

Quería creer que todo estaba bien... Mas no podía hacerse el ciego e ignorar las constantes llamadas amenazadoras de un desconocido, la extraña actitud de la esposa del que alguna vez llamó amante y mucho menos la posibilidad de que ese hombre descubriera la existencia de su pequeño elfo azul... El solo imaginarlo le hacía estremecerse.

— Necesito que me ayuden con algo...

Explicó lenta y detalladamente lo que había sucedido durante meses. Las aterradoras amenazas por el celular, salir a la calle y sentirse observado, tener miedo de sus patrullajes, ¡todo! Los tres pares de ojos le miraban atentamente, los ónix no pudieron evitar reflejar la preocupación de un padre, los morados la de un hermano y los rojizos la de una muerte inminente.

— Así que quieras nuestra ayuda para matar al maldito infeliz, ¿no?

Los otros tres miraron al de cabello cenizo con rostros pálidos, sabían muy bien que él podía decirlo muy enserio, no querían recordar el "incidente" cuando molestaron a Kirishima. Bakugo los miró con desdén.

— Tranquilos... Les dejaré parte de la diversión — el grupo soltó una pequeña risa por las absurdas propuestas.

Shouto se sentía más tranquilo ahora que tenía a gente que le podía ayudar con el horrible problema que se le había presentado. Miró serenamente por la ventana, habían pocas personas, todas de un aspecto sospechoso, pero él mismo sabía que eran muy amables, por lo menos con el joven bicolor cuando fue arrojado a ese deplorable lugar en su primera misión. A lo lejos vio a un hombre, tenía un poco de barba, ojos enormes y pelo grasiento que sobre salía de la gorra que llevaba, pocos metros lejos de ese hombre había una mujer que caminaba con pasos pequeños, los delgados tacones parecían que apenas sostenían su peso, hablaron un poco en un callejón, mirando para todas partes como unos paranoicos, luego se fueron y Shouto tuvo un mal sabor...

¿Sería posible qué...?

...

Sintió su cuerpo tensarse lentamente, su nuca no dejaba de molestarle, se sentía como si le pesara, sus hombros estaban completamente rígidos, sus pasos eran torpe y veloces. Sabía muy bien que él no estaría muy alegre con el hecho de que estaba llegando tarde. 

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