Capítulo tres

920 108 22
                                    

Esa mañana, Satoshi despertó en su nuevo cuarto, era sábado a las nueve de la mañana. Shouto seguía durmiendo, después de todo volvió de su patrulla a las cuatro de la mañana y estaba muy cansado. El niño sabía que el joven no se despertaría hasta el mediodía, por lo que fue tranquilamente a la cocina a prepararse el sencillo, mas suficiente desayuno que le había enseñado el bicolor. Sacó del refrigerador la leche con chocolate y un yogur de plátano, se paró en un cajón que había allí para que pudiera alcanzar la alta repisa, lavó y sirvió el yogur con un poco de cereal, la leche la sirvió en su taza y se instaló en la sala a ver un poco de televisión. Luego de terminar fue a su cuarto, lo limpió, hizo la cama y se lavó los dietes. Cuando el reloj marcó las doce el niño se dirigió a la habitación del héroe.

— Shouto-san — lo llamó antes de abrir la puerta — Ya es mediodía...

— Mmg...— una grave queja salió de la boca de Todoroki, este se movió un poco solo para ocultarse entre las sábanas — Ya... Voy...

Se sentó lentamente en la cama dejándose ver, la cara adormilada, su largo cabello todo enredado y las leves marcas de una pelea que tuvo la noche anterior. Con pereza se dirigió al baño y se dio una ducha. Salió con un delgado chaleco de color azul y pantalones negros, sus hebras bicolores estaban amarradas en un bollo dejando que una parte de su pelo cayera libremente. 

— Bueno... A preparar el almuerzo.

...

Los dos se encontraban en la mesa de estilo japonés disfrutando del Gohan preparado. El alrededor era muy tranquilo, el suave sonido del agua al pasar los relajaba, el aroma a bosque que había por el lugar era agradable.

— Hey, Satoshi — habló el de la cicatriz — en unos días tengo que ir a la ciudad... ¿Quieres venir conmigo?

— Mmm... Sí... Pero, ¿por qué? — peguntó temeroso el menor.

— Quiero que conozcas a mi familia...— respondió y susurro un "o al menos una parte de ella" para si mismo.

— ¡Si es familia de Shouto-san entonces sí quiero! — respondió emocionado.

El bicolor había la confianza de Satoshi. El niño estaba agradecido con el héroe por haberlo rescatado, por haberlo aceptado y tenerle paciencia, porque aún no se atrevía a contarle sobre lo que pasó esa noche y... Algunas cosas más... El hecho que el heterocromático le quiera presentar a sus parientes le hacía muy feliz. Mientras, en la cabeza del joven rogaba para que todo fuera bien y... No estuviera él...

...

El 30 de Enero se subieron al auto que tenía el bicolor y partieron a la casa en la que se iban a reunir. En unos minutos los enormes árboles fueron cambiando la grandes y lujosos edificios. El peliazul admiro el mercado lleno de gente, los niños jugando en los parques, las parejas paseando y los héroes que saludaban a las personas. Después de un rato llegaron a una casa de estilo japonés no tan grande como la que vivían el héroe y el niño. Al llamar, el menor se escondió detrás de las piernas del heterocromático, la puerta fue abierta por una mujer de cabellos albinos y mechones rojos.

— ¡Shou! — exclamó la mujer contenta — ¡Me alegra tanto que estés aquí! 

El joven fue atrapado en una fuerte abrazó, la albina tenía dibujada una gran sonrisa. Cuando se apartó Satoshi pudo verla claramente. Lacios cabellos que llegaban un poco más abajo de sus hombros, ojos color turquesa, piel como la nieve, lentes de forma rectangular y con una mirada amorosa. 

— Hola, Fuyumi-neesan, me alegro de verte también — dijo el de la cicatriz.

— Oh... ¿Quién es él? — preguntó mirando al niño que aún se escondía.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora