Capítulo veintitrés

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Tembló ligeramente ante su presencia, era una mujer linda, tenía una cascada de lisos cabellos castaños que le llegaba hasta la cintura, sus ojos eran pequeños de un color verde como una serpiente, su piel pálida lucía joven y tersa. Era bajita, bastante baja a decir verdad y podría decirse que fue delgada en algún momento, ya que la enorme barriga de embarazo se hacía notar aún más con el lindo vestido a rayas que traía puesto. La ceja curva hizo un ligero movimiento antes de casi desaparecer en el comienzo de su cabellera, sus labios gruesos se deslizaron en una sonrisa.

— ¡Hola! — exclamó con una voz suave y ligeramente burbujeante, parecía haber estado en su propio mundo antes de saludarlos — Soy Midoriya Gen.

— Buenas tardes — respondió incómodo el joven de cabellos bicolor — Soy Todoroki Shouto — aunque eso ella ya lo sabía — Padre de Satoshi, vine a dejarlo pa-

El hombre no pudo terminar su oración, ya que una nueva persona apareció en la escena, no era nada más y nada menos que Kota, quien saludo eufórico a su pequeño hijo, el menor fue apretujado y sacudido por los delgados brazos del pelinegro, le quitó el aire de pasó por los bruscos movimientos, además de una amplia sonrisa. Los niños no perdieron el tiempo y despidiéndose del heterocromático se dirigieron al interior de la casa, dejándole en una aún más incomoda escena con aquella mujer.

— B-bueno, antes de irme... — habló con su tono de voz frío — Quisiera entregarle esto — de su bolsillo sacó una hoja de papel algo arrugada por los bordes — Es una orden que me dio el doctor de Satoshi sobre su dieta, esta gravemente enfermo como pude ver... — explicó apretando sus dientes al recordar el rostro cansado y enfermizo de su hijo — Por favor, es muy importante que siga estas instrucciones, no quiero que le pase algo.

Él no era ningún tonto, se había encargado de mandarle un mensaje a Midoriya sobre la dieta de Satoshi, no especifico mucho el por qué, solo remarcó que era una cuestión de salud. Sin embargo, pese a que le estaba pasando aquel papel a esa mujer no confiaba mucho en ella... La sonrisa que traía se veía tan real y tan falsa a la vez... Gen no era una persona de confianza...

Con un mal presentimiento dejó la casa...

...

Lo único que podía escucharse de esa linda casa lujosa eran las risas de unos niños. Niños alegres que con ayuda de su creatividad lograron crear cada juego distinto, un escenario fantástico que amplió sus mundos y un recuerdo que conservarían para siempre.

De vez en cuando tomaban descansos y solo hablaban en voz baja, para que la "madre" de Kota no les escuchara. El azabache sabía bien que el otro se estaba cansando, se notaba por sus suaves jadeos después de una carcajada, el misterioso y casi invisible pañuelo teñido de rojo que limpiaba su nariz o los gemidos de dolor sin voz por algún movimiento brusco... El chico Izumi llegó a temer por la vida de su único gran amigo, ¿y si le dejaba después de todo lo que vivieron juntos? ¿Y si esta podría ser la última vez que podría compartir con él? Deseaba poder mantener la mayor cantidad de recuerdos posibles con su amiguito.

— Si pudieras cambiar tu kosei, ¿cuál elegirías? — preguntó Satoshi mientras miraba el alto techo de la casa pintado de turquesa.

— Mmh... — el de ojos ónix observo al niño que tenía a su lado y luego volvió sus luceros hacía arriba — Me gustaría tener un poder que me permita volar.

Ante esas palabras el ojiceleste se incorporó lentamente... Tenía una idea, mas no sabía si su padre se enojaría con él, jamás había recibido la molestia de su padre por cosas que hizo y tampoco quería que pasara. Sin embargo, él no estaba aquí... Él no tendría que enterarse nunca...

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