Mar
Abrir mis ojos en un día soleado nunca había sido tan doloroso como en esta ocasión. Reconozco que no fue buena idea abrir mis ojos de un solo al estar despierta, porque los rayos del sol terminarían atacando mi pobre vista. Me termino de frotar los ojos y dejar que se acostumbren a la luz matinal, pero enseguida siento como una punzada en mi cabeza se hace presente.
Me llevo la mano a mi cabeza, y la acaricio, haciendo una mueca de desagrado. El dolor es más fuerte comparado a los dolores de cabeza que suelo tener, pero aun así intento aguantarlo, haciendo un esfuerzo para entender porque me duele la cabeza.
En el mismo acto veo como llevo puesta una camiseta y unos pantalones cortos de algodón.
¿Qué pasó ayer?
Lo único que recordaba era yendo a la discoteca con mis amigos, bailando con Adrián, y cediendo al tomarme una copa de whisky. Pero... eso era todo. Además, ¿quién me cambió de ropa?
Mis pensamientos confusos son interrumpidos cuando la puerta de la habitación se abre, dando paso a mi seño Florencia. En sus manos traía un vaso de agua y un contenedor de pastillas. Ella no parecía recién despierta como yo, y eso me hacía entender que tal vez no era tan temprano como lo imaginaba.
—Cuando te dije que disfrutaras de tu cumpleaños y que la pasaras bien no me refería a que terminaras ebria y pasada de copas, hija— me dice entre risas, y me sorprendo al ver que lo decía de manera bromista, y no seriamente.
Tomándome la botella entera de whisky...
Sebas, Victoria, y Marco aplaudiendo...
¡Vaya! Había tomado demasiado.
—¿Qué hora es?— le pregunto, aun acariciando mi cabeza.
—Las diez de la mañana, pero pierde cuidado que Adrián llamó a tu trabajo y avisó que Sebastián y tú no llegarían hoy.
—¿Pero cómo? ¡Si hacer eso parece imposible!
—Adrián le inventó algo a tu jefe Eduardo, y milagrosamente le creyó.
—No, no, no, ¿pero cómo hizo eso? Estoy segura de que mi jefe solo ha interactuado con Adrián una vez. ¿Cómo le va creer a alguien que ni siquiera conoce bien?
—En vez de estar quejandote mejor agradece, porque si no hubieses tenido que ir a trabajar con dolor de cabeza.
—Si, lo sé. Pero... es muy raro, ¿no?
—Como te dije, se creó un cuento y le creyó. Un problema menos. Ahora, tomate esto y así dejas de quejarte por el dolor de cabeza que te has causado— tose, y me entrega lo que lleva en las manos.
—Gracias— me tomo la pastilla, seguida por el agua—. ¿Y dónde está Adrián? ¿Se fue después de que cayera dormida?
—No, de hecho se quedó a cuidar de ti toda la noche, y me había dicho que iría por el desayuno— toma el vaso cuando ya está vacío.
¿Qué tan ebria había quedado como para tener que ser vigilada?
Has creado un monstruo, Mar.
No obstante, no paso por alto el hecho de que Adrián se había quedado conmigo, y mis mejillas comienzan a arder con solo pensar sobre mi posible manera de actuar frente a él anoche. Solo espero que no haya hecho nada de lo cual arrepentirme o abochornarme.
—Bueno, te dejo para que puedas acomodar la línea de tiempo dentro de tu cabeza— se va caminando, a paso lento, hacia la puerta.
—Haré el intento— murmuro, viendo como sale de mi habitación.
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Unos ojos avellana en un café diario ©
Dla nastolatkówMar había vivido toda su vida escondida detrás de novelas románticas y poemas empalagosos. Se quedaba sin aliento recitando a Benedetti, y suspiraba incontrolablemente leyendo sobre las pasiones de Neruda. Su mundo giraba alrededor de fantasías y ve...