Mar
—Y bien, ¿qué hacemos aquí exactamente?— pregunto, cuando nos detenemos en la entrada del lugar.
Coloco mi mano horizontalmente sobre mi frente para poder ver mejor el lugar, ya que el sol lo hace imposible.
—¿No es más que obvio el letrero?— señala Sebas, y yo le dedico una mirada asesina.
—Me refiero a porque estamos aquí, querido— me cruzo de brazos.
—Para que despegues la mente y te relajes— habla Victoria—. Te hemos notado muy tensa estos días, y después de lo que pasó con Adrián, es evidente que necesitas una distracción pacífica y relajante.
—¿Y traerme a un spa para depilarme los pies dolorosamente y llenar mi rostro de aguacate es su manera perfecta de hacerlo?— digo incrédula, y los dos abren sus bocas ligeramente, ofendidos—. Sin ofender, claramente.
—Siempre ofende, mi querida Mar— replica Sebas. Claro, dímelo tú a mí.
—Como sea. Era nuestra mejor opción, porque no creo que quisieras ver una película de terror para sacar tus monstruos, ¿verdad?— ladeo la cabeza, con una mueca rara—. ¿Qué? Estas ideas son al azar Mar. No es que lo pensamos de manera compleja.
—Es mentira, ¿verdad?
—Si, lo es— dice Victoria, en una voz chillona—. Pero entiendes nuestro punto. Solo queremos que te despegues de la mejor manera posible. Ahora, nos pondremos pepinillos en la cara, vestiremos batas blancas, y soltaremos el mejor cotilleo de todos los tiempos. ¿Vale?
Muestro una cara pensativa por un momento, mientras veo como Sebas y Victoria me observan atentamente, esperando mi respuesta con ansias. Seguramente ya estarán pensando en si nos volvemos al coche de Victoria, o si entramos hacia la recepción. Pero... termino por ceder.
—Vale, está bien. Pero solo lo haré por los bocadillos, después nos marchamos porque no me quiero aprovechar del tiempo de la señora Dalma.
Los dos aplauden emocionadamente, y sin decir más entramos en el spa.
Joder, solo he venido a estos lugares como dos veces, y eso era cuando mi mamá me convencía en sus tiempos de buena salud, ya que le alcanzaba un poco el dinero.
La recepcionista nos atiende enseguida, y al final son Sebas y Victoria quienes terminan escogiendo todo lo que haremos hoy tarde, entre ellos masajes, depilación, y limpieza de rostro. Reconocía que sería una buena suma de dinero, pero Sebas se ofreció a pagar todo. Al principio no aceptábamos, pero Sebas dijo que él no aceptaba un "no" como respuesta, por lo cual Victoria y yo no tuvimos otra opción que terminar cediendo.
Lo único que sabía de su familia era que eran de dinero, pero que a él casi no le gustaba el dinero que supuestamente le pertenecía. Prefería usar lo que él se había ganado con esfuerzo.
El tío era humilde... pero le gustaba gastar la pasta.
La recepcionista nos dirige hacia los vestidores para poder cambiarnos en las batas y así estar adecuadamente vestidos. Este spa era más grande comparado al que había visitado anteriormente junto a mi mamá. Era más amplio, más elegante, y obviamente... más costoso.
Las paredes eran un amarillo pálido, y el color solo se terminaba por iluminar más ya que también habían lámparas de techo en cada rincón del lugar. También habían cuadros con pinturas ambiguas e indescifrables colgadas en las paredes, y una música relajante sonando en unos altavoces.
Al estar en nuestras batas blancas, y al haber tenido un momento de broma al burlarnos de cómo nos veíamos, nos encaminamos hacia nuestra primera estación: la de masajes. Cuando llegamos nos esperan tres masajistas femeninas, que nos indican que tomemos lugar en nuestras camillas de masaje.
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Unos ojos avellana en un café diario ©
Ficção AdolescenteMar había vivido toda su vida escondida detrás de novelas románticas y poemas empalagosos. Se quedaba sin aliento recitando a Benedetti, y suspiraba incontrolablemente leyendo sobre las pasiones de Neruda. Su mundo giraba alrededor de fantasías y ve...