Capítulo 31

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Adrián

—Si le dibujas esas dimensiones no estará proporcionalmente espacioso el lugar, considerando la locación en donde deseamos construir el edificio. También, la estatura tiene que ser más alta, los edificios en esa área son muy altos por lo cual nosotros también debemos de lucir y destacar. ¿Entendido?— me ordenaba mi padre a mi lado, observando el boceto que he estado planeando en las últimas semanas—. Te sugiero que lo vuelvas a diseñar, y para que no te vuelvas a confundir te enviaré las medidas y dimensiones necesarias para que el modelo quede justo como lo deseamos. Ahora, te dejo y espero ver avances mañana, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, padre— asiento seriamente, jugando con el lápiz entre mis dedos para evitar arruinar el boceto de una vez por todas—. Mañana ya tendremos el nuevo modelo, y así comenzaremos a escoger los materiales específicos que buscaremos agregar.

—Eso espero Adrián, porque si no tendremos que posponer el proyecto, y eso no sería favorable— es lo último que dice antes de caminar hacia la puerta, dominante y como un emperador, y marcharse de último.

Suelto el lápiz, haciéndolo rodar en la mesa, y me agarro la cabeza con mis dos manos, desatando mi frustración y cansancio.

Resulta que los socios de mi padre se habían vuelto a comunicar conmigo, y no, no para tomar en cuenta mi propuesta de teatro/museo de arte.

Al contrario, lo hicieron para que diseñara otro más de sus dichosos edificios empresariales, otro más que solo se encargaría de incrementar el dinero de la compañía de mi padre, en vez de crear cambios que valían la pena.

Pero en fin, tenía que hacerlo, no me quedaba de otra ya que diseños nuevos no tenía. Me había quedado enganchado por mi último proyecto, que ni se me había ocurrido crear otro posible modelo... hasta que me ofrecieron este.

Sin embargo, tener a mi padre sobre mi hombro los últimos días, presionándome y siendo sumamente exigente, no ayudaba en la diversión que traía mi trabajo de diseños gráficos.

Cojo mi móvil y al instante recibo un mensaje. Era Mar.

Mi lucero hermoso:
¡Listo! La convencí, aquí te esperamos.

Una pequeña sonrisa se comienza a formar en mis labios, y le respondo:

Perfecto, paso por vosotras más tarde.

Mar me había informado más sobre el estado de su mamá, y una de las cosas que me había dicho era que a su mamá le hacía bien salir de la casa aunque sea unos cuantos días del mes, para poder respirar el aire puro y distraerse fuera de las cuatro paredes. Entonces, resulta que hoy Mar no tenía clases en la universidad y aprovecharía llevar a su mamá a la cafetería mientras que ella trabajaba unas cuantas horas extras. Por eso las acompañaría más tarde, y así Mar reponía sus horas.

Bajo mi mirada al pobre boceto que a mi padre no le costó rechazar.

—Tendremos que comenzar desde cero, mi querido amigo— suspiro, cogiendo otra hoja de papel—. Por lo contrario estaremos jodidos.


(***)



—¿Me llevas a tomarme un café, o a verte trabajar?— veo como la señora Florencia es guiada por Mar fuera de la casa, entrelazando sus brazos.

—Si le digo las dos cosas... ¿no se enoja?— le preguntó Mar, achicando sus ojos ante ella. Me río, esperando por ellas al lado de mi coche.

—Ahora veo, y traes a Adrián para que sea mi compañía.

—Hola, señora Florencia— la saludo desde lejos, sonriendo.

—¿Cómo te va, Adrián?

—Bueno, tal vez, pero de todos modos se podrá distraer, y así puedo trabajar horas extras y comprarle ese vestido que tanto le gustó la última vez que fuimos al doctor. Además, le puedo traer café y una porción de flan gratis— Mar canturrea.

Unos ojos avellana en un café diario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora