Capítulo 33

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Mar

Tenía que decírselo.

Sabía que con el tiempo, mientras lo nuestro creciera y se hiciera más fuerte, tenía que decirle la verdad. Más ahora cuando le había dicho mi nombre completo, era obvio que no podía seguir escondiéndolo. Y la verdad, no me arrepentía, aunque sabía que desde un principio Adrián se preocuparía e intentaría ayudarme de alguna forma.

Lo apreciaba, verdaderamente lo apreciaba, así como a todas las personas que alguna vez han querido sinceramente ayudarme... pero yo quería cantar victoria jugando con mis propias cartas.

Lo sé, era muy absurdo, reconociendo que a veces no lograba balancear todo yo misma, pero en esta situación yo quería pagar la fianza de mi papá sola. El apoyo verbal y presencial era suficiente para mí, y no hacía falta que personas como Adrián y Sebas me ayudaran económicamente para mostrar que me querían ayudar. Ya me apoyaban con solo estar aquí.

—¡Me voy, señora Dalma!— anuncio cerca de la puerta de entrada, ya que ella se encontraba en la habitación de mi seño Florencia.

Enseguida se asoma por la puerta de la habitación, y me sonríe asintiendo.

—Ve con cuidado, Mar. Y antes de que me lo digas, no te preocupes por tu mamá que ella se tomará todos sus medicamentos necesarios.

—Vale, muchas gracias, nos vemos más noche— alzo mi mano en forma de despedida, para después salir de mi casa.

Mientras me voy alejando de mi vecindario, comenzando mi camino hacia la parada de autobús, mi mente viaja a la petición de Adrián ayer.

¿Por qué no le pedía un juicio a mi papá?

Hubiese querido decirle que tenía miedo de que un juicio no le garantizara la salida de prisión, y no que era imposible pedirle un juicio ya que no tenía ningún tipo de evidencia entre mis manos.

Era verdad, tenía miedo de que mi papá saldría perdiendo en un juicio, conociendo al tipo de personas que lo llevaron hacia semejante encierro, y que obviamente la falta de evidencia fuera la razón principal. En cambio, teniendo algún tipo de evidencia, pedir un juicio sería más fácil.

Pero joder, para tener dicha evidencia... sería difícil.

No sabía el nombre del lugar donde mi papá trabajaba, no sabía el nombre de su jefe, y mucho menos de los socios. Me encontraba inútil en esos aspectos. Si solo supiese la dirección de la empresa, tal vez tuviese un poco de esperanza en que sus archivos y documentos aún siguieran ahí... solo un poco de esperanza. Si lograra encontrarlos, entonces estaría más tranquila, porque algún argumento se me ocurriría para demostrarle al juez que mi papá no era capaz de cometer un delito así, basado en su expediente como arquitecto.

Pero no tenía nada, solo los recuerdos de esas fechas, y las palabras honestas y puras de mi papá. Solo que no era suficiente.

Y yo no creía tanto en los milagros.

Pero en fin, claramente no me iba a detener ahí y darme por vencida. Hacer eso significaría no creer en mí ni en mi papá, y yo no iba a dejar que eso pasara. La fianza todavía seguía en juego, y yo no iba a perderla.

Como dije, jugaría mis propias cartas para cantar victoria.


(***)


Adrián

Se decía que la verdad siempre salía a la luz, de alguna forma u otra.

Unos ojos avellana en un café diario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora