Capítulo 12

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Adrián

Nunca pensé que iba a terminar tan hipnotizado por los ojos de Mar, por su mirada tímida pero cautivadora, que hasta terminaría confundiéndome solo por pensar que esa mirada ya le pertenecía a otra persona. Me molestó, no lo voy a negar, cuando la vi salir de la cocina con su mejor amigo, y los vi abrazados y sonrientes. Cualquiera pensaría que eran novios enamorados que por suerte trabajaban juntos... y no solo mejores amigos.

En parte me había molestado porque, aunque suene un poco absurdo, yo ya tenía todo planeado en mi mente cuando me encontré con Mar en la cafetería ayer por la noche. Ya lo tenía planeado; le iba a ofrecer llevarla a su casa, después le pediría su número de teléfono, y enseguida le preguntaría si aceptaría salir a dar un paseo conmigo.

Noches atrás lo había estado pensando, porque desde ese encuentro entre la lluvia, esa curiosidad que tenía por ella y esa admiración que tenía por los luceros que cargaba en su rostro me habían dado ese empuje que nunca pensé que iba a necesitar. Le iba a pedir una cita.

Mar era encantadora, y me atraía, y puede que muy en el fondo ya me gustaba más que de lo superficial, por eso deseaba poder conocerla más profundamente. Y ayer, después de la aclaración que me dio, la cual me dejó sorprendido pero más que todo aliviado, quedé con más esperanzas de seguir encontrándome con ella, de seguir teniendo pequeños momentos con ella... y no sé, tal vez algo más.

Así es, algo más.

Algo más que solo saludarla con la mano, algo más que solo preguntarle sobre su día a día, algo más que solo despedirme de ella con palabras.

¿Me había sentido de esta manera antes? Creo que tal vez solo una vez. Pero de lo que sí estaba seguro era que con Mar sería diferente.

—¿Qué hay tío?— escucho la voz de Marco adentrarse en mi oficina, con ese tono juguetón que lo caracteriza.

Me encontraba en mi oficina, arreglando un modelo que quería presentar en nuestra conferencia la próxima semana. Ahorita ya tenía la estructura general, y estaba tratando de averiguar cuáles podrían ser los detalles adecuados para la puerta principal, y como estarían mejor puestas las ventanas alrededor del modelo. Dibujar es una cosa, pero a la hora de entrar en más detalle... eso es lo interesante.

—Nada en especial, ¿y tú?— le pregunto, dejando de mover el ratón de la computadora por un minuto, y girando mi cabeza para darle mi atención a Marco.

—Acabamos de terminar una conferencia, creo que ya se han decidido por quién será el propietario de las nuevas oficinas que se comenzarán a construir en los próximos meses— me dice con alivio, dejando salir un suspiro exagerado mientras se sienta en una silla al frente de mi escritorio—. Solo debemos de esperar el papeleo, pero el trato ya está hecho.

Propietarios... papeleo... trato.

Mi mente viaja a los documentos que había encontrado hace unas semanas, los documentos de "Sergio de Luna". Desde ese día los había mantenido en mi portafolio, y por más que leía y leía sobre él y sobre su puesto de propietario... solo me confundía aún más. Es que no tenía sentido tener tantos archivos de una persona a la cual nunca vi trabajar, a quien casi nunca han mencionado en las oficinas y mucho menos en conferencias a las que he asistido. ¿Cómo sabré si trabajaba aquí cuando yo era un crío, o si solo era una farsa?

No me costaba nada ir a preguntarle a mi padre sobre si reconocía el nombre "Sergio de Luna," ni mucho menos pedirle una explicación sobre el sentido de sus archivos... y porque habían estado escondidos en una caja en medio de la nada de una oficina. Sin embargo, podía correr el riesgo de que no me diera respuesta alguna, y solo ignorar mis preguntas.

Unos ojos avellana en un café diario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora