Capítulo 35

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Adrián

A veces no sabía si seguirle escondiendo a Mar todo lo que yo sabía sobre Sergio de Luna, o si contarle de una vez por todas todos los hechos, junto a toda la evidencia y testigos que existían.

Reconocía que ella quería resolver todo esto sola, pero a quien le mentimos diciendo que una fianza podía concederle la libertad a su papá. Me daba rabia pensar en todo ese dinero que ella tuviese que pagar para verlo fuera, cuando existe evidencia que lo pudiese liberar sin necesidad de pagar un solo euro.

Pero aun así... dudaba en si era el momento adecuado para confesarle todo.

¿Por qué? Bueno, por muchas razones, la verdad.

La primera, no sabía cómo reaccionaría al saber que había evidencia existente. Podía apostar a que se volvería furiosa al saber el tipo de injusticia que vivía su papá.

La segunda, tuviese que contarle que mi padre estaba involucrado y que él había contribuido al encierro de Sergio de Luna. Por más que no deseaba defender a mi padre, y mejor hacerlo enfrentarse a todo lo imprudente que ha hecho, temía que ella lo tomara mal si se enteraba de que justamente mi padre, el jefe, fue uno de los culpables.

La tercera y última... tenía miedo de que se enojara conmigo por haberle ocultado todo esto. Considerando que yo sabía esto desde hace meses, pero no sabía que ella era la hija de Sergio de Luna hasta hace unas semanas, me hacía temer si todo seguirá igual.

No quería perderla, y por más que intentaba decirme que eso era una pavada y que estaba loco en pensar semejante cosa... la realidad me caía encima como un balde de agua fría, y me hacía pensar lo peor si le decía por qué y por quien su papá estaba en la prisión.

No me imaginaba tenerla lejos de mí, tener que soportar verla enojarse conmigo, o hasta verla pensar que yo también estaba involucrado en esto ya que tenía una relación paternal con el jefe.

¡Joder! ¿Por qué? ¿Porqué de todo lo que hacía mi padre tenía que involucrarse en algo así?

¿Y porque justamente tenía que relacionarse con el papá de mi novia?

Decían que el mundo era muy pequeño, pero a veces me parecía muy injusto al ver lo pequeño que podía llegar a ser. Un mundo pequeño también llegaba a permitir que sucesos malos ocurriesen, no solo buenos.

—Solo espero que no apagues tu luz cuando la verdad te caiga como una tormenta— hablo para mí mismo, pensando en Mar mientras conducía en mi coche por la ciudad.

La noche ya había caído, y era de las mejores horas para conducir y perderte.

Habíamos planeado una cita para esta noche. Lo único diferente de esta cita, comparada a todas las demás, es que esta sería más especial. Quería demostrarle a Mar lo mucho que la quería y la apreciaba, más de lo que ya lo he hecho. Porque, honestamente, ya no podía esconder el sentimiento inmenso que había crecido dentro de mí todo este tiempo junto a ella.

No la quería, si no que la amaba.

Si, la amaba y se lo quería decir y expresar de las miles maneras posibles.

Amar era una palabra fuerte, pero la conexión que Mar y yo teníamos era fuerte también. Y si no se lo había dicho antes era porque no quería presionarla a tener que decirme que me amaba también. Quería decírselo cuando estuviera seguro, y reconociera que ella también estaba segura. Hace unos días, cuando me regaló su libreta, podía ver el amor reflejado en sus ojos, así como me imagino que se encontraba reflejado en los míos.

Ella me amaba a mí de la misma forma en que yo la amaba a ella, y presentía que esta noche era la noche perfecta para poder expresarlo sin más excusas o interrupciones.

Conduzco por la calle en donde se encuentra su casa, mordiéndome el labio para intentar matar los nervios que amenazan con aparecerse. Me estaciono en frente de su casa, y puedo ver como las luces ya se encontraban encendidas. Salgo del coche, sintiendo como una brisa ligera pasaba por mi rostro, susurrándome un "buena suerte".

¿Bueno?— escucho su voz tras la llamada.

—Hola, estoy afuera esperando por ti.

Vale, no tardo en salir— puedo escuchar como sonríe, para después colgar.

Me recuesto en la superficie de mi coche, mientras espero a que Mar se haga presente en mi campo de vista. Momentos después la veo aparecer detrás de la puerta de entrada, con su mirada baja. Al cerrar la puerta, su mirada se fija en la mía, y no puedo hacer más que admirar y apreciar su belleza.

Me convertía en un bobo enamorado gracias a ella.

Traía puesto un vestido de verano color vino que dejaba al descubierto sus hombros y que le llegaba a mitad de muslo. Era suelto de la cintura para abajo, pero le quedaba jodidamente bien. En fin, se veía hermosa, y el brillo en sus ojos era lo que le daba el toque final para que me pareciera la mujer más hermosa.

Camina hacia mí con un paso lento, sonriendo genuinamente. Y yo no hago más que verla como un bobo, con mis manos escondidas en los bolsillos de mi pantalón.

—Hola, guapo— me saluda, y siento un cosquilleo cuando lo dice. Joder, ahora parezco un novato.

—Hola, hermosa— la atraigo hacia mí, rodeando su cintura. Ella coloca sus manos sobre mi pecho, sonriendo sorpresivamente—. Te ves tan bien con ese vestido.

—Y tú no te quedas atrás— se acerca a mi rostro y deposita un beso suave y lento en mis labios—. Por cierto, mi mamá te manda saludos.

—Vale, tendré que recompensarle una próxima vez, tal vez con otras rosas... ya que esta noche me he robado una de ellas— le digo lo último en un susurro. Mar ladea la cabeza, de una forma divertida.

—Solo que esta vez sí se ha dado cuenta de que le has robado— me dice entre risas—. Pero creo que no tendrá un problema, ¿nos vamos?

—Después de ti— la suelto, y dejo que pase en el asiento de copiloto. Me sonríe antes de entrar.

Si, verdaderamente la amaba. Y no quería perderla, ni estropear lo que teníamos.

Tenía esperanzas de que nuestro amor sería más fuerte que lo que pudiese pasar en un futuro. 




Unos ojos avellana en un café diario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora