Una mujer de la alta sociedad malagueña escapa de la violencia física de su marido, encontrando la calidez y amor en un bondadoso doctor, en medio de la agitada España de la década de los 30'.
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Catalina es una mujer de la alta so...
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—En lo absoluto —contestó sin rechistar.
Lucas le dio la espalda a Josemi, quien lo contempló estupefacto. Pero esto no fue la única reacción que sorprendió al muchacho. Un bálsamo de tranquilidad envolvió a Catalina, que soltó un gran suspiro sin darse cuenta, capturando la atención de los presentes.
—Muchacha, una señorita de su condición no debe comportarse de esa manera —se apresuró en decir María.
La aludida la miró, entre interrogativa y sorprendida.
«¿Por qué me pregunta eso? ¿Habrá adivinado de dónde provengo? ¡Virgen santa!», se dijo mientras un halo de frío sudor la recorría. Quería formularle expresamente todas esas preguntas y varias más, de no ser porque concluyó que aquello la delataría.
Para la buena suerte de Catalina, tanto como Josemi como Lucas se hallaban tan concentrados en lo que les atañía, que no prestaron atención a lo que ambas mujeres se decían con miradas inquisitivas.
—Pero, doctor —Josemi dio un par de pasos para estar frente a Lucas—, ¿no dice acaso que es importante evitar que los campesinos se alcen contra don Julián? Su estrategia es buena, sé que la Encarna lo podría ayudar y...
—¿A costa de mentirle, darle falsas esperanzas y fingir un sentimiento que no tengo por ella?
Le dio la espalda. Se negaba a seguir ese consejo.
—Como si fuera tan difícil —acotó Josemi, quien sonreía con picardía.
Recordaba las veces que había tenido que fingir un falso enamoramiento por alguna jovencita que se le había cruzado por el camino. A la susodicha le había prometido el oro y el moro. Cuando se había cansado de ella, no había dudado en enfilar todos sus encantos en pos de conquistar a otra, dejando más de un corazón roto en el camino.
—¡No pienso actuar de esa manera! —Volteó para encararlo Lucas, como si de esa manera quisiera dejar bien clara su negativa—. Debe de haber otra alternativa...
—¿No dice que muchas vidas de inocentes están en juego? ¿Acaso no puede hacer un sacrificio personal por los demás? —alegó Josemi, quien caminó un par de pasos para estar frente a frente al doctor.
Detestaba que le dieran la espalda, y más si Lucas había insistido para convencerlo de que lo ayudara.
—Sí, pero...
El médico lo miró de reojo por breves segundos, para luego continuar cabizbajo. Se negaba a afrontar la realidad y a darle la razón en que, quizá lo que él le proponía fuese la única opción.
—Me ha convencido que, lo mejor que se puede hacer, por el bienestar de mi gente, es evitar enfrentamientos y que la sangre llegue al río. No quisiera ver morir a mis colegas, a mi familia... Suficiente tenemos con que, cada tanto, algún niño se nos muera por culpa de la falta de medicina o buena alimentación, doctor.