🚫 C A P Í T U L O 2 4 🚫

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Josefina la miró boquiabierta

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Josefina la miró boquiabierta. Iba a añadir algo más para requerirle a Catalina que ampliara su respuesta, mas no pudo.

Doña María, que se había detenido metros más atrás para pasar a saludar a una vieja amiga, se había unido al grupo:

—Oh, vosotras sois las hijas de don Francisco, ¿verdad?

Se refería a Francisco Carabantes, dueño de «Las margaritas», unos grandes terrenos a las afueras del pueblo, conocida por ser uno de los mayores proveedores de aceite de la zona.

—Así es. Buenos días, señora —dijo Margarita.

Su hermana, al contrario de esta, solo atinó a ladear la cabeza para corresponderle su saludo.

—¿Qué tal se encuentra vuestra madre, doña Eulalia? Supe que estuvo delicada.

—Bien, bien... —respondió Margarita—. Gracias a los cuidados del doctor García, ha mejorado bastante.

—Todavía está pendiente de que la vaya a visitar, doctor —intervino Josefina—. Este finde es su cumpleaños y va a organizar un almuerzo en Casa Eulalia. Mi madre está muy agradecida con su trabajo y sería un placer tenerlo por ahí.

Lucas asintió con una sonrisa forzada. Todavía indeciso de qué contestar, lo siguiente que añadió Josefina terminó por descuadrarlo:

—Con mi hermana íbamos a tomar el té en «La Moncloa». ¿Sería tan amable de acompañarnos? Siempre es un placer contar con su presencia —enfatizó al tiempo que ladeaba su cabeza.

—¿No íbamos a ir a...? —preguntó Margarita, muy sorprendida.

Su hermana le dio un codazo, que la hizo darse cuenta de sus intenciones. En realidad, iban a ir donde el sastre para encargarle que le hicieran unos caros vestidos, para exhibirlos en la próxima feria del pueblo, pero eso ahora ya no importaba.

—Ah, sí. Íbamos a ir a «La Moncloa» —agregó Margarita con una mueca de fastidio.

«No sé qué le ve Josefina a este doctor. Si es delgaducho y más pálido que un muerto. Encima, tiene tendencia de juntarse con la chusma».

Doña María, quien se hallaba entusiasta por juntarse con gente de clase alta, no dudó en manifestar su aprobación por la invitación de Josefina.

—Ah, sí... Si desea puede traer a su empleada y su... —Miró a Catalina con desdén—. Paciente.

La rubia no se amilanó. Contempló a Catalina con el ceño fruncido. Pareciera que, entre ambas mujeres se hubiera generado una especie de guerra fría, solo comparada a la que hubiese entre los Estados Unidos y la U.R.S.S. décadas después.

—Me disculparán —se apresuró en acotar—, pero el doctor Lucas nos invitó a ir al Bar «Mi gente». Me hace mucha ilusión ir allá. Dice que hay unas tapas muy buenas, en especial, quiero probar la de la ensalada rusa.

La paciente prohibida [LIBRO 1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora