Una mujer de la alta sociedad malagueña escapa de la violencia física de su marido, encontrando la calidez y amor en un bondadoso doctor, en medio de la agitada España de la década de los 30'.
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Catalina es una mujer de la alta so...
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A partir de ese momento, todo pareció ir de maravillas entre Catalina y Lucas. El ambiente entre los dos era tan relajante y espontáneo, desde que ella le hubiese respondido con un contundente y categórico «Sí».
«¿De verdad me lo estás proponiendo?».
«Sí».
«¿Tienes intención de cortejarme?».
«Sí».
«¿Estás seguro?».
«Sí».
«¿De verdad?».
«Catalina, ¿cuántas veces tengo que decirte que sí?».
«Vale, disculpas, ya me quedó claro. Sí, quieres cortejarme».
«Genial».
«Oye, esos niños, que están riéndose detrás del árbol, nos están mirando. ¿Son tus alumnos?».
«¡Hey, detente! No me dejes solo».
«Pero están jugando».
«Catalina...»
«Quiero verlos. Amo los niños y estos son muy monos».
«¿No crees que tienes algo pendiente que hacer?».
«¿Eh? ¿Qué cosa?»
«Mi propuesta...»
«Oh, verdad».
«Verdad».
«Bueno...»
«Bueno...»
«Ay, pero mira la de allá, la de trenzas. Le toca cantar "Un, dos, tres. Toca la pared". A mí me encantaba jugarlo de niña.».
«Catalina...».
«¿Sí?».
«¿Y qué me respondes?».
«Claro que sí quiero que me cortejes, Lucas. Estoy muy feliz. Siiiií y mil veces siiiií».
Aparte de su permiso para cortejarla, ese día Catalina descubrió algo más. Se sentía muy a gusto acompañándolo a la escuela, y no solo porque había tenía la certeza de que sus sentimientos hacia él le eran correspondidos.
Como iba a pasar toda la tarde ocupado en sus clases, y hubiera sido muy engorroso que caminara sola los kilómetros que la separaban de vuelta a casa, Lucas le hizo una propuesta. La iba a presentar a sus alumnos, y ella podía sentarse viéndolo trabajar. Había una mesa extra al lado de su pupitre, en donde ella podía descansar.