🚫 C A P Í T U L O 1 5 🚫

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—Padre, ¿qué le dijo de mí? ¿Le pidió que nos ennoviemos? ¿Podré salir con él?

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—Padre, ¿qué le dijo de mí? ¿Le pidió que nos ennoviemos? ¿Podré salir con él?

Don Arsenio no prestaba atención a su hija.

—Perdone si estuve aliquindoi(1) en la ventana, pero las ansias me comen. Igual, no escuché nah, no se preocupe. Pero dígame, po'favó. ¿Qué le dijo el doctor? ¡¿Qué le dijo?!

La mirada del hombre de cabellos canos seguía el calmo andar de Lucas. Se preguntaba si había hecho bien en llegar a esa decisión, aunque fuera temporal.

—¿Ya no me quedaré a vestirme de santos? La Pilar y las demás solo andan burlándose de que ya estoy vieja, pero no e' mi culpa que el Manolo se fuese a la mili y luego...

El anciano, por fin, ante el monólogo interminable de su hija, volteó a contemplarla. Se preguntó si, justo por esas maneras de insistir tanto en algo, que se magnificaban cuando tenía que ver con temas matrimoniales, su expretendiente, Manuel Fuentes, no se había desaparecido luego de hacer su servicio militar obligatorio en la capital.

—¿Voy a ser su novia, padre? ¿Voy a ser su novia?


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—¡Doctorcito, ya está aquí!

María había ido a la cocina por un poco de agua. Minutos antes, había estado doblando la colada que ella y Catalina habían traído del río.

Josemi, quien luego de fungir de buen guardián, se había ofrecido a ayudarlas a llevar la ropa seca al cortijo; también les había echado una mano para aquello. Aunque la mayor agradecía tener una mano extra, la joven rubia continuaba sintiéndose incómoda ante el cortejo insistente del amable campesino. Y no era el único presente en el ambiente que respiraba aires de tensión.

Cuando Lucas se dirigía a la cocina, ávido por preguntar si era que podía comer las sobras de la cena, ya que se moría de hambre, no pudo evitar ser atajado por María. Al intuir que Catalina podría estar junto con ella, decidió hacer un alto a su objetivo inicial y acompañarla a la habitación contigua a la cocina, en donde las mujeres estaban terminando de doblar la ropa. Pero, lo que no pudo aventurar fue que, también se encontraría con el intrépido Josemi, quien trataba de ganarse los favores de su protegida al ofrecerse a doblar por ella la ropa que María le había asignado.


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—Y doña Cata... ¿le puedo llamar Cata? —Josemi rio, de esa manera tan picarona como solo él podía hacerlo—. ¿No recuerda nada de su pasado?

—Poco, la verdad.

—¿Y no recuerda si tiene novio o marido?

Ella contestó con un movimiento negativo de la cabeza.

La paciente prohibida [LIBRO 1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora