Por el Reino

《9》

Christopher decide leer la carta que le había llegado hace unos días por parte del príncipe O'Brien.

Querido Christopher:

Quiero agradecerle por aceptar bailar conmigo. También me gustaría que pudiéramos vernos algún día, claro si no se encuentra ocupado.

Su compañía me es grata, me atrevo a decir que nuestro baile se repite en mi mente una y otra vez.

Sé que suena descabellado pero su belleza me cautivó desde el primer momento, desearía poder hablar de este tema con usted en persona.

Voy a esperar pacientemente su respuesta.

Atentamente, Dylan O'Brien.

El castaño se queda perplejo ante tal confesión, escucha la puerta siendo abierta y esconde la carta rápidamente.

—¿Te asuste?—Christopher voltea y se encuentra con Zabdiel.

—Un poco, creí que ibas a salir con Joel—contesta mientras se levanta de la silla y se acerca al mayor.

—Lo cancelé, Joel quiere salir a un burdel y siendo honesto ese lugar ya no es para mi—explica mientras rodea con sus brazos la cintura del más bajo y apoya su cabeza en el hombro del castaño.

—¿Por qué?

—Porque soy un hombre casado—Christopher se sonroja—. Además ya existen demasiado rumores sobre nosotros como para que la gente invente más—murmura y sus labios comienzan a dejar pequeños besos en el cuello del castaño.

Christopher cierra los ojos disfrutando de los besos del contrario, desde su beso bajo las estrellas las cosas entre ellos han estado fluyendo bastante bien.

—Creo que es hora de cenar—comenta mientras se libera del agarre del mayor.

—Le di a los sirvientes la noche libre—confiesa—. Creí que seria divertido cocinar juntos.

Christopher sonríe—. Querrás decir que va a ser divertido verme cocinar.

—Exacto—el menor ríe y ambos se dirigen a la cocina.

Zabdiel aprecia como Christopher cocinaba concentrado.

—Deja de mirarme como tonto—comenta divertido.

—Solo aprecio tu belleza—el castaño se sonroja y continua cocinando el pescado.

—Por lo menos prepara la mesa, no quiero saber que me case con un niño mimado.

Zabdiel ríe y se acerca al castaño dejando un beso en su mejilla—. No soy un niño mimado.

—Nana opina lo contrario—el rubio vuelve a reír, toma dos platos, cubiertos y copas y sale hacia el comedor.

Los acomoda en la gran mesa y enciende unas velas. Vuelve hacia la cocina y se alarma al ver a Christopher con un pañuelo en su mano.

—Chris, ¿que sucedió?—se acerca rápidamente y toma la mano del más bajo.

—Me corté, soy muy torpe—hace un pequeño puchero.

—No eres torpe, solo fue un accidente— nota que ya no hay sangre y retira el pañuelo.

—Gracias Zabdi—el rubio le sonríe y acarica su mejilla.

—Mi niño precioso—Chris agacha la mirada sonrojado ante el apodo.

—¿Soy tu niño?—pregunta tímidamente luego de unos minutos de silencio por parte del boricua.

—Lo sos niño precioso—contesta—. Sé que voy a tener que esforzarme en ganarme tu corazón Chris pero lo voy a hacer—toma el mentón del más bajo y lo acerca a su rostro—. Vales la pena, niño.