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Día tras otro pasaba, el tenue y casi inexistente calor, lentamente se convertía en un un gélido frio, las hojas de un color verde, lentamente se tornaban de un tono anaranjado, anunciando la llegada del otoño y con esto el nuevo año escolar en Ho...

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Día tras otro pasaba, el tenue y casi inexistente calor, lentamente se convertía en un un gélido frio, las hojas de un color verde, lentamente se tornaban de un tono anaranjado, anunciando la llegada del otoño y con esto el nuevo año escolar en Hogwarts iniciaría.

Bueno, a Tom no le sorprendía que aún no le hablaran para tomar el puesto como profesor, era de esperarse que se tomaran a juego su pequeño y modesto regalo, pero la advertencia fue hecha y por culpa de Dippet y Dumbledore alguien moriría al finalizar ese año escolar.

Trágico, pero quien no escarmienta a tiempo, tendrá que aprender la lección de la manera dolorosa.

Ciertamente a Tom le agradaba la idea, tanto que deseaba ser un alumno de nuevo, solo para ser capaz de ver como moría él o la nueva profesora de defensa contra las artes oscuras, quizás eso era lo más trágico de la situación, se perdería de lo que pasaría, pero era un pequeño precio a pagar, tenía que seguir pareciendo un muchacho sin ambiciones claras para poder lograr arrebatar todo.

Esa era la clave para su plan, aparentar ser ingenuo, tonto, un chico que la vida de adulto lo devoró por tener una fe inigualable en la humanidad, para al final ser "salvado" de las garras del mundo y así tomar lo que por derecho siempre fue suyo, siendo un completo sinvergüenza, orgulloso de sus habilidades y psique.

Con esmero el joven de cabello azabache y rizado, froto el mostrador, en un intento de quitar las manchas de suciedad y el polvo del lugar, si pasaría una temporada ahí, oculto en esa pocilga, sería una pocilga limpia, aunque el del neandertal que llamaba jefe, se la pasara ensuciando todo a su paso.

—Te falto aquí.

Replico el señor Borgin, señalando el mostrador, donde descuidadamente los restos de nicotina volvieron a caer en el mostrador, gracias a que el puro que fumaba el hombre mayor continuaba consumiéndose.

Riddle asintió y volvió a pasar su franela en esa superficie por octava vez en ese día.

Mientras Borgin desinteresado saco su correspondencia y la abrió, centrándose en las noticias que le llevaban y tirando sin cuidado el sobre al suelo, consiente y orgulloso de que su asistente tendría que barrer de nuevo.

Antes de que alguno de los dos pudiera replicar algo, la suave campana del local sonó e inmediatamente ambos hombres replicaron a la par.

—¡¿Qué quiere?!

—Bienvenido a Borgin y Burkes.

El señor Borgin, con su apariencia desalineada miro a Tom, barriéndolo con la mirada, restándole importancia al cliente y replico.

—Tu atiendes.

Para poco después ir a su oficina, donde lo muy seguro es que continuaría con su actividad favorita, contar dinero, una y otra vez, hasta que el día se acabara, el de cabello oscuro y rizado asintió y continuo con su monologo que había sido más practicado que nada.

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