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Con suavidad ajusto pulcramente los botones de su blanca camisa, mientras con suavidad ajustaba cada pliegue que se formaba, evitando que alguna arruga frunciera el reflejo idealizado que el espejo le mostraba y que por años había creado

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Con suavidad ajusto pulcramente los botones de su blanca camisa, mientras con suavidad ajustaba cada pliegue que se formaba, evitando que alguna arruga frunciera el reflejo idealizado que el espejo le mostraba y que por años había creado.

Con sus largos y helados dedos peino una y otra vez sus rizados y largos cabellos, acomodándolos una y otra vez, recreando el look que mejor resaltaba sus rasgos faciales y a su vez marcaba un deje de madurez y seriedad con la que su máscara debía ser visto hoy.

Esta sería la primera vez que no tendría que sonreír y asentir (aunque la mayoría del tiempo no estuviera de acuerdo) con el fin de que alguien más creciera por su ego.

Eso era lo que más detestaba de aquel muñeco que el espejo le mostraba, tantos años en los que se forzó a crear y recrear al jovencito ideal, poco a poco, sin que el fuera capaz de notarlo, los hilos que lo sujetaban y aferraban a él, lentamente se deslizaban, inclinándose hacia los intereses de terceros.

Ni siquiera se había dado cuanta en que momento fue no tenía un verdadero control en Tom Marvolo Riddle, se convirtió en el títere de otros, tutorando idiotas, haciendo favores a profesores, cuidando que tontos no se mataran con sus varitas, pero el tiempo y sus expectativas propias no podrían perderse, todo lo que logro...

Ese fue su peor error, tratar de ganar el favor del mundo, cuando la solución era otra.

Miedo.

Terror.

Dolor.

Tortura.

Lamentos.

Ruegos...

Esa era la verdadera solución para lograr su meta, romper aquel muñeco en mil pedazos, destrozarlo hasta que solo quedaran cenizas, todos llorarían porque su títere murió, pero el a diferencia de la mayoría lo disfrutaría, que el monstruo que guardaba aquel bonito recipiente que la mayoría conocía como piel lentamente tomara el verdadero control.

Fue así que metódicamente concluyo su rutina cepillando sus dientes, para concluir sacando del perchero un pulcro saco de color negro.

En cuanto dio por finalizado su ritual para crear a su títere predilecto, tomo su varita de color hueso entre sus dedos, para poco después guardarla y procedió a salir del departamento.

La lluvia suavemente caía, bajo un cielo oscuro, con suavidad saco su varita y conjuro un hechizo impermeable, con suavidad camino por las largas calles de la ciudad, paso tras paso camino por los conocidos lugares.

Antes de que sus pensamientos pudieran invadir su mente (aún mas), ya se encontraba frente a aquellas rejas que separaban al mundo adulto de la cómoda vida académica.

Ante sus ojos un pequeño grupo de rostros conocidos permanecían cerca de la puerta de la escuela, sus cejas suavemente se arquearon y se detuvo a la par de aquellos hombres.

//Cancelada//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora