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Horace Eugene Flaccus Slughorn suavemente vertió dentro de las tazas el cálido y aromático te de manzanilla, ante la preocupada mirada del hombre frente de él, Cygnus Haya, exalumno y perteneciente a la reconocida casa de Slytherin en sus años de juventud.

El hombre de cabello castaño y sonrisa brillante, agradeció gentilmente y llevo la cálida taza a sus labios mientras un suspiro cansado escapo por sus labios.

—Cygnus, muchacho, no sabes cómo lamento la desaparición de Selena, ella era una gran mujer, aun no puedo asumir que no esté más con nosotros...

El más joven de los dos hombres tomo aún más del cálido te y replico con presura.

—Es una gran mujer. —Corrigió con amabilidad. — No pienso asumir que está muerta, ella no, ya casi son casi ocho años en los que nadie sabe de ella, mi Selena, todas las noches no puedo evitar levantarme en la madrugada y preparar su café favorito, solo por si volviera a casa...

Horace de igualmente tomo aquella taza entre sus manos y jugando con esta continuo.

—Puede que sea difícil de aceptar, más viniendo de un profesor como yo, pero no pasa día en que no piense en ti y Selena. Siempre pensé que jamás te casarías, siempre vi en ti una vida en solitario, pero repentinamente llegaste con ella, ella es una de las más brillantes mujeres que he tenido el honor de tratar, a pesar de ser muggle, siempre tan recta y correcta en su forma de actuar y pensar, eran felices, no entiendo por qué ella se fue así, tan de repente...

El señor Haya suavemente alzo sus hombros, en signo de no conocer o querer pensar en la respuesta.

—Yo tampoco pensé que me casaría, mucho menos pensé que tendría hijas, era algo inaudito para mis planes, quería participar en la guerra muggle, ser importante, famoso, un símbolo de guerra, pero un día en el propio mundo muggle me cruce con Selena y solo una mirada fue suficiente para que mis metas cambiaran, ella cambio mi mundo.

Horace sonrió comprensivo y continuo.

—De tener tu edad y haberla visto primero también hubiera resultado igual de cautivado que tú, Selena siempre fue de un espíritu ambicioso, trabajador y puro.

—Sí, ella siempre fue un espíritu libre. —Cygnus replico mientras ladeaba su taza. — Quizás por eso se fue, simplemente se sintió atrapada por lo que abrió sus alas y voló lejos, pero al menos me dejo los dos mejores regalos que nadie nunca me dio.

Concluyo el castaño, mientras sus apagados ojos miraban al pequeño portarretratos que reposaba en su escritorio, donde una fotografía muggle reposaba mostrando a una mujer de cabello castaño, ojos oscuros, joven y radiante.

—Tus hijas, Morgana y Charlene. —Horace termino.

Cygnus asintió solemne.

—Sí, esas dos niñas son mi todo, Morgana y Charlene Haya... A veces duele ver el gran parecido de Morgana con Selena, ella tiene el mismo espíritu libre y actúan de la misma manera, mientras que Charlene es más parecida a mí... Supongo que tarde o temprano me tocara fingir sorpresa cuando Charlene regrese de algún viaje con un esposo o novio.

—Hablando de tu niña, Charlene. Tengo entendido que ha vuelto al nido.

El castaño asintió robóticamente mientras tomo el ultimo sorbo de su te de golpe.

—Quería hablar contigo de ella.

El hombre más joven no demoro en sisear entre dientes.

—¿Hablar de Charlene?, el pequeño diablillo de Charlene, no tienes ni idea de cuánto miedo me da cuando alguien viene a mi oficina por ella.

//Cancelada//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora