Prólogo.

1.6K 105 6
                                    

Mingyu había experimentado las cosas más horrendas del ser humano. 

La muerte, la venganza, los celos, la injusticia.

E incluso después de sus casos resueltos, el dolor y la desperanza en los corazones de las personas... Eran cosas que él no podía enmendar. 

Sufría de muchos demonios que no podía ahogar. Y que simplemente no podía hacerse cargo nunca más. 
Ser detective era estar en contacto con los peores lados de las personas. Los lados más rencorosos, dolorosos e injustos de las consciencias que él conocía. 
Odiaba la injusticia y la poca honestidad. 

Y eso aumentó aún más cuando el universo le dio la espalda, quitándole al amor de su vida, y entregándole sólo un hijo huérfano de madre...

Ahora mismo, estaba atrapado en la carretera mientras intentaba volver a casa después de un viaje fuera de la ciudad mientras nevaba. Era de noche, y la hora marcaba casi las doce de la noche. 

Sin duda ese no era su día de suerte. 

—¡Bohyun por el amor de Dios deja de quejarte!—Alzó un poco la voz, viendo por el espejo retrovisor como el bebé se retorcía un poco mientras el asiento estaba dado vuelta al ser un bebé de menos de un año. 

Condujo como pudo, escuchando los cláxones ajenos. Sentía ganas de bajarse o aplastar los demás carros, pero su sentido moral era más fuerte. Suspiró, y cuando pensó que todo iba a peor, un camino apenas asfaltado se veía por el lado de la carretera. 

—Será mejor que me vaya por aquí.

Desvió el camino, aislándose de los demás autos atochados por los accidentes o el mal manejo debido a la nieve.

Pasó por el camino, camino que balanceaba un poco el auto y lo hacía crujir. Miró hacia atrás, Bohyun se notaba más tranquilo y pacífico, simplemente jugando con su panda de peluche en lo que su padre seguía conduciendo. 

No había alumbrado público, sólo temibles árboles, y una ventisca que hacía sonar afuera. 
A medida de que iba avanzando, el viento y la nieve se hacían incluso más fuerte, como una cortina imposible de atravesar. 
El auto sufría del frío, y ellos por dentro estaban asustados. O bueno, al menos Mingyu sí lo estaba. 

Avanzó, con confianza y los focos del auto encendidos. Sintió sus manos apretarse sobre el volante. 

Los neumáticos ya usados sonaban sobre el asfalto quebradizo, resbalándose y haciendo perder un poco el control del vehículo. Pero eso no le impidió a seguir. Echó un rápido vistazo al pequeño. Estaba profundamente dormido en medio de todo el desastre que significaba la tormenta de nieve que se había alzado enormemente en medio del momento. 
Mingyu sentía cada vez más pánico. La noche le estaba jugando malas pasadas, el viento, la nieve, el volumen de la misma subiendo por los bordes de la carretera improvisada. No veía nada, sólo oscuridad cubierta por nieve y más oscuridad. 

Sintió un escalofrío recorrer su espalda. 

Probablemente este lugar no había sido su decisión más astuta. 

For the first time.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora