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El mundo parecía lejano. La voz de alguien sonaba completamente escandalosa y apurada. Alguien desconocido intentó abrir la puerta trabada por el impacto del marco en la misma. Era una voz masculina, apenas destacaba por encima del sonido del viento. 

El eco de la voz de alguien hizo reaccionar de a poco al conductor accidentado. El llanto de un bebé, la nieve, el viento, los árboles sacudiéndose con violencia y la nieve cubriendo su cabeza gracias a que el vidrio frontal estaba completamente destrozado. 
Sintió dolor, en su frente y extremidades. El sabor a sangre recorrió su boca, salado, amargo, como si hubiese chupado un clavo en vez de simplemente probar su propia sangre. Se sentía aplastado, y el crujido del vehículo destartalado hacía todo incluso más real de lo que quisiese. El repentino dolor era lo único que lo mantenía despierto y consciente de todo lo que había sucedido. Flashes del accidente, de Bohyun, del llanto, la nieve, el pequeño ciervo... 

—¡Hey! ¿Cuál es tu nombre?—Una mano helada tocó el hombro de Mingyu. Pero este no tenía las fuerzas para erguirse y levantar la cabeza de la bolsa de aire que había para protección.

Pasaron varios segundos, la puerta seguía atascada y el llanto de bebé seguía siendo vívido y constante. La desesperación de la voz desconocida crecía, y de lejos no se escuchaba más que la naturaleza siendo agitada gracias al viento y la nieve tan violenta. 

—Tengo que sacarte de aquí.—Anunció el desconocido. Mingyu abrió más los ojos, y gracias a Dios tenía la cabeza volteada hacia la ventana, porque sino no hubiese sido capaz de haberlo visto. Un muchacho vestido completo de pies a cabeza con prendas abrigadas. Pelo negro como la misma noche y tormenta. Tenía la nariz y mejillas rojas, y un rostro angustiado.—No te muevas, ¿Okay? ¿Me entiendes? 

—¡Saca a Bohyun primero!—Dijo Mingyu, con la voz ronca y el sabor a sangre en su boca. 

—¿Es tu hijo? No tiene daños mayores. Esperaremos la ambulancia, viene en camino.—Dijo el pelinegro.—Es tu día de suerte, porque soy doctor...

El nuevo desconocido, profesional de la salud, se alejó, cosa que desesperó a Mingyu. El dolor se hacía intenso. 
La nieve era difícil de atravesar. El volumen de la inocente nieve comenzaba a subir. Kim sentía frío, dolor y desesperación. El viento comenzaba a soplar fuertemente. Pasaron varios segundos hasta que aquel doctor que lo había despertado de aquella pesadilla.

—Okay, tengo esto, capaz pueda desabollar la puerta y sacarlo. Pero primero. ¿Sientes las piernas?—Preguntó el hombre, con respiración agitada y aliento pesado.

—Sí, me duelen.—Afirmó Mingyu en un intento de moverlas.

—No, no te muevas. Voy a intentar erguirte. ¿Entendido?—Mingyu dejó salir un sí tenue y despacio. El llanto del bebé era fuerte y descontrolado. Estaba sacando de quicio a Kim.—Vale, a la cuenta de tres, voy a apoyar tu cabeza en el respaldo. Intenta no moverte mucho. 

Levantó su cabeza y su tronco para estabilizarlo cuando pronunció el número tres. Los gemidos de dolor fueron fuertes, pero finalmente el doctor había estabilizado el cuello del conductor. 

—Okay, no me respondiste la pregunta anterior. ¿Cuál es tu nombre?—Dijo el muchacho pelinegro, quién se quitaba los gruesos guantes de montaña que llevaba para poder intentar desabollar la puerta y abrirla como pudiese.

—Mingyu... Kim Mingyu.—Dijo el muchacho, intentando no quedarse paralizado por el frío, el dolor y la desesperación de no poder ayudar a su hijo llorando en la parte trasera.

—Okay, Mingyu. Soy Jeon Wonwoo. Soy doctor en un hospital en la ciudad. ¿Te parece si te sacamos a ti y a tu hijo?—Dijo con voz optimista, mientras hacía fuerza con la puerta.—¡Mierda! No lo puedo abrir. Necesitamos alguna palanca.

For the first time.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora