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Unos labios cálidos y un poco resecos por la falta de lubricación toparon los suyos. Las palabras que siquiera cruzaron la mente del castaño, murieron en cuanto el azabache estampó sus lindos y ya un poco regordetes labios sobre los suyos.
El doctor vaciló, y cortó el beso, intentando descifrar qué era lo que los ojos del trigueño iban a decir.

—Won...—Susurró Kim, sosteniendo con una sola mano la cintura ajena.

—Yo...

El agente no dijo más. Sus labios volvieron a unirse. Belfos que permitieron la entrada entrometida de sus lenguas en cuanto todo se volvía más desesperado. Se envolvieron y los pasos de a poco comenzaron a hacer acto de presencia. Jeon, con los ojos ya cerrados guió a los dos caminando hasta la habitación propia.
Kim podía notar qué es lo que el azabache le decía. O más bien expresaba. Su nerviosismo comenzó a acrecentarse.

Se tropezaron con las paredes del pasillo, y algunos muebles en el camino, cosa que los hizo reír y animó un poco más el momento.
Más imprevisto de lo que el trigueño podía anticipar, ambos se toparon con la cama del azabache. El sitio olía a frutilla, un aroma fuerte que honestamente podía percibir algunas veces en las prendas del pelinegro.

Los besos continuaron con naturalidad. Jeon ya enredaba sus falanges en las hebras sedosas del detective.
Fue él mismo agente quién se desplomó primero en la cama. Sentándose por inercia, sosteniendo con sólo una mano la cintura del otro polo de aquel momento.
Y Wonwoo aprovechó para sentarse a horcajadas sobre el moreno. El mismo que rompió la conexión de sus labios antes de poder hablar.

Aquel trabajador de la salud notó que algo había cambiado en el semblante de su contrario. Tenía nerviosismo en sus ojos, y las caricias por su espalda y cintura se sentían más una forma de desahogo por su ansiedad que de algún tipo de expresión de amor. Su emoción se apagó por un segundo. Escuchó el rauco carraspeo del moreno, y tomó sus mejillas para poder observarlo sin pudor alguno de lo que fuese que sus labios expulsaran con formas de palabras.

—¿Sucede algo?—Susurró Wonwoo, relamiendo sus propios labios, mientras inclinaba su cabeza.

Kim lo miró, y tambaleó su vista por todos los surcos de piel del azabache con tez pálida. Estaban a oscuras casi, la luminosidad de la ciudad entrando por las ventanas con cortinas abiertas. Sin embargo, Mingyu podía ver cada trazo de la persona sobre él. Quien sonreía comprensivamente, con los labios un poco orondos por los besos que con vehemencia se habían arrancado mutuamente.

—No es nada.

—Puedes decirme.—Negó Jeon mientras se encogía de hombros.—Nunca te juzgaría... Lo sabes, ¿Verdad?

El moreno asintió, y agradeció porque los luceros del azabache fueran igual de compresivos que la primera vez que los vio. En esa noche llena de nieve y miedo.
Sus pulmones se llenaron de aire, y sus manos seguían jugando con el suéter del azabache. Su calidez traspasaba la tela, y eso lo mantenía incluso más nervioso de lo que podía expresar con palabras.

—Bueno, yo nunca he estado con un hombre, y... Supongo que lo suponías desde antes.—Susurró Kim mientras bailaba su vista entre los ojos del azabache, y su pecho que se movía de arriba hacia abajo, registrando con sus ojos la estela de aceleración por los besos previamente entregados.

—En algo tengo que ser primero a lo largo de tu vida.—Parloteó el de cabellos zainos, hebras que pese a todo centelleaban bajo las luces ajenas de la calle. Luces que no querían bailar al interior del hogar pero que traspasaban el cristal como intrusos de la escena.

—¿Entonces?—Dijo el castaño, un poco confundido por las palabras de su opuesto.

Este no respondió. Con cuidado recostó al investigador sobre la cama. Besó sus labios, y Mingyu parecía difuminar sus preocupaciones en lo que el cuerpo ajeno hacía el trabajo de acomodarse sobre él, y los labios se movían con una expertiz que había extrañado desde que había abierto la boca con sólo palabras.

For the first time.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora