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Crecer sin padres era algo que Wonwoo no supo soportar ni siquiera en sus años de adultez. 

Hablaba con sus compañeros, con sus amigos, con ex-compañeros de la escuela o universidad. Todos hablando de la maravilla que era que sus hijos tuvieran abuelos, o que podían acudir a ellos incluso si sus edades daban como igualdad su independencia. 
Eran su refugio, el plan B de todos los resultados posibles. 

Pero Jeon siempre fue él sólo contra las adversidades. Desde el momento uno todo fue contra él. Todos los destinos posibles serían nulos. Todo dependía de él, de sus propias manos. 

Recordaba el día de su graduación en la escuela de medicina. Se bajó del escenario, después de dar un discurso especial ya que se graduó con honores. Había demasiada gente, mucha. Tanto que en algún punto no encontraba ni un punto muerto para poder concentrarse.

Cuando aquel horrible momento terminó y todos habían lanzado sus birretes, adornando el cielo por un momento, finalmente sintió la soledad más repugnante de la vida. 

Sintió el miedo más mortificante del ser humano, la soledad. 

Donde estás siendo olvidado y eres consciente de ello. 

Miró a todas partes, bajó del escenario. La multitud encontrándose con sus respectivos seres amados. Cada uno con los abrazos y felicitaciones que eran merecedoras de sus esfuerzos. Momento donde el mundo parecía ser complaciente con ellos.

Pero no con Wonwoo. 

No con el alumno más solo de toda aquella sala. 

—Felicidades, Wonwoo, al fin lo hiciste.—Se susurró a sí mismo, mientras veía la placa de honores por su trabajo. 

Cuando llegó a casa, ni siquiera su tía estaba presente, ya que estaba en otra ciudad. Su hermano no se preocupaba por él, seguro estaba ocupado con su propia universidad. Así que apenas llegó a casa con un aire melancólico, se sirvió un sandwich y se fue a dormir. 

Su vida estaba llena de decepciones, de personas y situaciones que sólo hacían bajar sus expectativas. Odiaba a las personas que lo habían dejado botado, a la deriva, a su propia suerte. 

Un ser que desde pequeño pensaba como un adulto, y ahora un adulto que quería comportarse como un niño, después de no haber tenido la oportunidad de portarse como uno. 

Era un alto, alto niño, que quería enorgullecer a alguien que no sea él mismo. Alguien a quién contarle sus logros y compromisos. 
Pero se estancó desde el minuto uno en que quedó solo ante la suerte de su destino.

Por eso mismo sus ilusiones sobre Mingyu habían aumentado tanto. Era la primera persona que también había sido olvidada. Que lo comprendía, que le contaba absolutamente todo. 

Que él también fuese indeciso era otra decepción agregada a su lista. 

Así que ahí estaba, con su bata blanca que había ganado luego de mucho trabajo. Estaba hablando con un niño, el cuál tenía una laceración profunda y que había afectado a sus tendones, ya que no podía mover sus pequeños dedos. 

—Bien, el doctor Choi y yo te operaremos para que puedas volver a mover tu mano. ¿Quieres que te explique como es el proceso?—Dijo Jeon, sacándose los guantes mientras miraba al niño, quien era acariciado en la cabeza por su madre, la mujer estaba con rostro preocupado mirando la herida de su hijo. 

—Creo que sí... ¿Dolerá?

—Un poco, sí, no te miento. Pero te ayudaremos para que el dolor disminuya mucho.—Asintió el cirujano aprendiz, quien le dio una mirada rápida a Choi. 

For the first time.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora