Cartas y memorias

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El trapo húmedo se paseaba lado a lado a lo largo y ancho de los últimos libros, mientras que de sus finos labios resonaba una melodía lenta que con su voz naturalmente dulce, el omega calentaba su pecho y la pequeña biblioteca de su hogar. 

Llegó entonces, luego de ordenar los últimos libros verdes de su marido, a un estante separado donde reposaba una caja, cubierta de polvo en su superficie, pero con un centenar de recuerdos vivos dentro. Jungkook la tomó despacio y con el trapo húmedo la limpió enseguida. Sus dedos ansiosos no tardaron en dejar el artículo en algún otro lugar, para tomar la caja con delicadeza y abrirla muy despacio.

—Amorcito, ¿dónde estás? —preguntó el joven alfa desde la sala, con su lobo ansioso por no haber tenido cerca a su pareja en toda la tarde. 

—En la biblioteca —respondió hacia la puerta, sonriendo al sentir la patada de Koobi desde su vientre—. Yah, tranquilo, mami está bien. Está mejor que nunca —le dijo con voz dulce, tomando asiento despacio sobre los grandes almohadones del suelo. 

—Diosa mía, me asustaste, amorcito —exclamó su alfa cuando apareció por la puerta. 

—Corazón, mira lo que encontré —le dijo desde el suelo, acariciando su vientre con una mano. 

Hoseok tomó asiento a su lado y observó mejor el sobre violeta pastel que descansaba sobre los dedos de su esposo. Una sonrisa enorme se formó en sus labios, cuando su lobo finalmente logró calmarse y el lazo se volvió en un cálido oásis de recuerdos. 

—¿De dónde la sacaste, conejito?. 

—Estaba en uno de los estantes. Esta es mi favorita, la cuarta que me enviaste en donde nos fundimos a besos en algún espacio incandescente. 

Hoseok se sentía enternecido y entonces abrió los brazos para que su omega recostara parte de su torso sobre el suyo. 

—La recuerdo, mi vida. Ese día llorabas sin desconsuelo en los pasillos y mi lobo se sintió desfallecer en ese momento. 

El omega ronroneó con encanto, subiendo un poco más sobre el torso de su mayor hasta quedar de perfil sobre su regazo, con su brazo derecho sobre su vientre. 

—¿Quieres que la lea?. 

—Sí, por favor. Con Koobi queremos escuchar nuestra historia de amor. 

Hoseok leyó con voz dulce y calma, respetando los signos de puntuación y sonriendo o sonrojándose como bobo por las cosas que solía escribir en la soledad de su cuarto, pensando siempre en su omega y en un utópico futuro a su lado. Jungkook escuchaba atento, con la cabeza recostada sobre el hombro de su esposo y la mirada sobre su vientre, tímido por que el castaño lo descubriera sonrojado, aún cuando habían pasado años desde las entregas de aquellas cartas, que ponían a su lobo sensible y hacían a su pecho calentarse por las palabras de su esposo. 

Mi alfa, tan romántico y dulce para mí. 

—¿Me puedes leer otra? —le preguntó mirándole con ojitos de ciervo. 

A la mierda con las correcciones de los trabajos de mis alumnos. Hoy es día de mimar a mi omega. 

—Claro que sí, ¿tienes las otras?.

Jungkook asintió y con cuidado se puso de pie en su lugar. Con la mirada buscó entre los estantes su caja violeta, donde guardaba recuerdos de toda su adolescencia: las cartas de su marido, fotos con sus amigos y antiguos exámenes con buenas calificaciones. La llevó consigo hacia el rincón en el suelo frente a la estantería, donde reposaba su esposo entre las mantas viejas y almohadones peludos. Se sentó con ayuda de su alfa sobre su regazo nuevamente y bajo sus atentos ojos brillosos, sacó la tapa para dejarla a un lado. Hoseok quedó maravillado cuando observó a su omega sacar un folio con muchas cartas dentro, Jungkook las sacó una por una y el alfa aulló fuerte cuando las contó con la vista y confirmó que su esposo tenía efectivamente las dieciséis cartas intactas. 

𝕌𝕟 𝕓𝕖𝕓é 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝕖𝕝 𝕚𝕟𝕧𝕚𝕖𝕣𝕟𝕠- ♡HK♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora