Capítulo 20

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El viaje de regreso fue más largo. El aire nocturno alborotaba mi cabello y aunque sabía que lo enredaba cada vez más, realmente no me importaba en lo más mínimo. El viento también me arrojaba a la cara el aroma de Alaric. No había nada en el mundo que oliera de la misma forma. Podía percibir el aroma a asfalto, a neumático y a combustible que la motocicleta producía. Y luego estaba él, un aroma fuerte, no era colonia, de hecho, me llegaba a preguntarme si él la usaba, no era como si lo necesitara de todas formas. Su aroma era muy particular, natural, a bosque, algo parecido a la madera.

Su cuerpo se sentía único también. Mis manos no se hundían en su piel de la manera en la que él podría hacer conmigo. Era mucho más firme, pero al mismo tiempo familiar. Sin duda alguna que no era humano, pero había algo de humanidad. Incluso si él mismo no podía darse cuenta de eso.

Su pelo también se movía con el viento y probablemente él no tendría el mismo problema que yo cuando terminara el viaje. Lo había visto antes con la cabellera de Megan y de Abrielle. Aunque no estuviera prolijo, se veía sacado de un comercial y podría pasar mis dedos a través de sus mechones sin ningún problema. Lo guardé tanto en mi mente que sin darme cuenta lo estaba haciendo y comprobé mi teoría, su cabello oscuro se deslizó sin problemas entre mis dedos. Noté como ladeó su rostro solo unos milímetros y alcancé a ver una media sonrisa, pero no dije nada.

Y a pesar de que esa noche en Portland había visto su cuerpo, ahora, a la luz de la luna y las estrellas estaba realmente admirándolo. Alaric tenía una belleza única, una apariencia que dejaba sorprendidas a mujeres y hombres, Alaric se apareció en los sueños de los maestros de la escultura.

Sus manos largas y delgadas enmarcadas por su puño cerrado alrededor del manubrio. Se notaban la formación de unas venas por las que no transitaba sangre. Él estaba construido de una magia muy especial. Él, sus hermanos y mi mejor amiga estaban construidos de lo mismo y por primera vez estaba admirando la belleza en sus diferencias.

Cuando paró me sentí un poco desorientada, tuve que parpadear dos veces para darme cuenta de que mi casa estaba frente a mí. Bajé de la motocicleta y aunque mis pasos eran firmes y confiables, sentía que podría caer o desvanecerme en cualquier momento. Lo miré a los ojos y sin pensarlo dos veces, me arrojé a sus brazos.

Tomé su cuello con mis manos y busqué su boca con desesperación. Solté un gruñido casi animal al sentir su cuerpo colisionar contra el mío y me embriagué en su sabor. Sus manos apretando firmemente mi cintura, con tal fuerza que podría hacerme daño si fuera una mortal común. Mi agarre tampoco era débil, si no fuera un vampiro, probablemente terminaría con alguno que otro moretón.

Tuve que parar para recuperar el aliento y sentía que todas mis células estaban agitándose. Mis piernas temblaban y mis muslos se apretaban entre sí y algo rugía dentro de mi cuerpo, a la altura de mi vientre. Necesitaba más que un beso.

- Mierda. — Susurró Alaric a milímetros de mis labios, tan cerca que pude percibir su frío aliento en mi piel. — Así no podré irme jamás. — Volví a pasar mi mano por su cabello, hasta que lo halé un poco, lo suficiente para alzar su rostro y mirar sus ojos celestes brillando con la luz de la luna como si se tratasen de un par de zafiros.

- Es mi seguro para que vuelvas.

- Reservaré la misma habitación en Portland. — Respondió sonriéndome, sus dientes perfectos y blancos mostraban un gesto juguetón. Se me escapó una risita.

- Más te vale. — Respondí con seguridad y volví a besarlo, esta vez controlándome un poco. Solté su cabello y di un paso atrás.

- Tengo que admitirlo... — Dijo con su típico tono arrogante. — Amo que me jales el cabello. — Me miró de arriba abajo y sabía bien que en su mente pasaban toda una serie de imágenes inapropiadas, pero no podría juzgarlo. Yo pensaba lo mismo. — Y te amo a ti, Merrick. — Agregó. Se instaló una sonrisa en mi rostro.

Mayheim - Transfusión parte IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora