El intruso en la caja azul

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ADVERTENCIA: Universo alterno.

Quiero decirles que este escrito fue subido hace mucho en otra plataforma, en fanfiction.net

Tendrá de todo un poco: humor, romance, mucho drama e incluso momentos de miedo.

Los personajes de Rumiko Takahashi no me pertenecen y esta historia está basada en el manga de Yayoi Ogawa y sus versiones. Aun así, cabe aclarar que esta es mi versión (mezclando los personajes, la historia y lo que surja de esto).

Sin más que decir, disfruten.

Capítulo 1. El intruso en la caja azul.

"Tienes un nivel de estudio mejor que el mío, ganas mucho más dinero y eres más alta que yo. Todo esto no me gusta".

Esa había sido la patética escusa que utilizo su ex-novio cuando ella le pidió una explicación al encontrarlo pegado besándose con otra mujer. ¡Que estupidez ser despreciada por ese tipo de hombre! Simplemente le dio una fuerte bofetada y terminó con él de una vez.

Aquello había sido una señal, no volvería a salir con ningún hombre que no fuese más alto que ella y mucho mas exitoso.

Decidió olvidar el suceso mientras el día continuaba, pensando que las cosas seguirían con normalidad, pero para colmo, esa misma tarde fue degrada de "Jefe de sección" en uno de los más importantes periódicos de Japón (llamado Shikon) a una simple "redactora", y transferida al sector de revistas de modas de este mismo.

La razón, una muy simple, le había propinado un puñetazo en la cara a su "Redactor jefe", dejándolo inconsciente durante varias horas y tirándole un diente, después de que este intentara tocarle el trasero.

Lo que la mantenía aliviada en un día tan horrendo era el hecho de que su hermano menor, Sota, había llegado de vacaciones a visitarla, quedándose en su departamento. El chico de dieciocho años, cabellos azabache y ojos color chocolate (características de su familia) la consentía preparándole siempre una deliciosa cena, pero esa noche extrañamente se había esmerado en todo, hasta había limpiado todo el lujoso departamento.

—Es muy extraño que decidas ayudarme con los quehaceres del departamento. —expreso Kagome mientras degustaba la cena.

—¿Qué? —contesto Sota a la defensiva. —Pero siempre te ayudo con la comida.

—Eso es porque a ambos nos gusta cocinar, pero detestas hacer el resto de cosas. —se justificó su hermana.

Sota fijo la vista en el montón de ropa limpia que estaba en el sofá y continúo doblándola y separándola.

—¿Acaso haz hecho algo malo y por eso te comportas así? —pregunto ella con una mirada que atemorizo al chico.

—¡Claro que no! —contestó y rápidamente decidió cambiar el tema de conversación.

Después de acabar su cena, Kagome pensó en tomar un largo y relajante baño, y sin decir nada se dirigió a la cocina a dejar los platos. Cuando salió a la sala se percató de que su hermano no estaba junto al montón de ropa y sin darle importancia caminó al baño.

Al entrar, lo vio acuclillado sobre el lavamanos (parecía lavarse los dientes) con una tolla envolviendo su cabeza, y sin pensarlo le dio una nalgada.

—¡Auch! —se quejó el chico.

—Sal de aquí, me voy a bañar. —dijo Kagome con tono mandón.

El muchacho se volteó para mirarla y la pelinegra quedo petrificada. Unos intensos ojos dorados la observaban.

¡Él no era su hermano!

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