Parte 86 - El diablo usa Prada

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-Por Philip Kotler...

El hombre de traje desajustó su corbata para respirar con libertad, bajó su teléfono y vio a su alrededor mientras pensaba a la velocidad de la luz, su esposo acababa de confirmarle que asistiría a la cena que el hombre le prometió en Jungsik, el prestigioso restaurante de dos estrellas Michelín, llegaría a la agencia en la tarde para salir juntos y su asistente de confianza dejaría a su hija en casa de sus abuelos.

Era una tradición, durante su semana de aniversario el hombre acostumbraba llenar de regalos a su pareja, seleccionaba las cosas más extravagantes que pudiera y las enviaba a la oficina de su esposo, al otro lado de la ciudad, hasta el momento cada presente llegó de acuerdo al plan, y pudo ver antes de salir de casa un atrevido vestuario que tendría el placer de ver en el cuerpo de su pareja al atardecer, todo era perfecto, salvo un pequeño, mínimo, minúsculo, detalle... Su mano derecha estaba de baja por un accidente en las escaleras y era él quien hacía las reservaciones de la semana, olvidó por completo que debía hacer esas llamadas en ausencia de su secretario y no había forma de que le permitieran llegar sin previo aviso sin importar su cargo o el dinero que estuviera dispuesto a entregar.

Dos golpes en la puerta lo sacaron del trance en que se encontraba, era la secretaria sustituta. Solía permanecer en el mismo nivel, pero en el área de Recursos Humanos, se ofreció como voluntaria para suplir a Hangil, el secretario incapacitado, aunque podría decirse que amenazó al resto de postulantes y de no ser por sus elevados tacones habría hecho un sprint hasta la oficina del gerente.

-Sajangnim- La voz de la secretaria era melosa y su cargo en esos labios sonaba como alguna invitación.

El hombre arqueó una ceja y una capa de maquillaje ocultó las mejillas sonrojadas de la chica, quien anheló esa oportunidad de trabajar lado a lado con el gerente desde el día en que la entrevistó, que él casi le doblara en edad, estuviera casado, tuviera una hija y fuera homosexual eran todas minucias. Había visto suficientes dramas como para saber que un hombre así de atractivo, en buena forma, adinerado y exitoso estaba destinado a enamorarse de la secretaria joven si pasaba suficiente tiempo con él. Incluso algunas canas que curiosamente solo habían salido al costado izquierdo de su cabello lo hacían parecer maduro y todavía más fascinante para ella. 

-An... ¿No habíamos hablado del largo de tu falda?

La señorita sonrió, desde que Hangil se fue, atacaba con sus mejores armas.

-Se sube cuando camino, pero está dentro de lo adecuado- Una sonrisa inocente le siguió a su respuesta.

-Está al menos una cuarta sobre tu rodilla, ve por unas medias y mañana ponte algo que sí te cubra, tenemos reuniones en las que no puedes aparecer así.

-Lo siento, sajangnim.

-¿Mi itinerario?

-Primero tiene que firmar las nuevas contrataciones, tengo al jefe de mercadeo de Mike Beet a la espera de una respuesta sobre los correos que recibió ayer y su reunión a las 10:30 con Jung-Ju, el resto ya se encuentra en su agenda virtual.

-¿Trajiste los contratos?

-Sí.

Ambos se dirigieron al escritorio, una vez que el hombre tomó asiento la mujer se inclinó, su camisa de tela delicada se deslizó con la gravedad dejando ver parte de su sostén. El hombre fingió no notarlo y tomó los papeles. Los días sin Hangil eran una pesadilla ahora que An Misuk lo acompañaba durante las entre ocho y once horas que él permanecía en la agencia.

-Ya te puedes retirar.

An asintió y caminó contoneando el trasero hasta cerrar la puerta tras ella, mantuvo la cabeza en alto hasta que llegó al área común para los empleados, donde dio saltos de alegría, su camisa se deslizó tal como había practicado frente al espejo, el hombre debió ver su escote.

Cherry «KookTae»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora