Interacciones.

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El ambiente era un poco pesado, aún no lograban procesar bien lo sucedido en el día. Los tres estaban reunidos en un kotatsu comiendo algo ligero que había preparado el mayor. Jyushimatsu mantenía su mirada baja, perdido en sus pensamientos. Era extraño que él se mantuviera callado, al menos para sus otros dos hermanos quienes estaban acostumbrados a sus charlas sin sentido y sus comentarios infantiles, sin embargo, sus labios se mantenían en una línea fina mostrando una expresión serena. 

Todomatsu, incómodo por el silencio, finalmente decidió hablar.

—Menudos imbéciles ¿no? —fue lo primero que salió de su boca, pero fue incapaz de llamar la atención de Jyushimatsu.

Ichimatsu solo le dedicó una mirada cansada.

—No me mires así, no hablo de ellos —dijo tomando el té de su vaso—. Hablo de nosotros. Era una estupidez pensar que podríamos reunirnos como si nada, como si hubiéramos sido hermanos de toda la vida, pero no es así. Y no podemos fingir que si. 

El mayor no dejo de fijar su mirada en Todomatsu, observando como una pequeña lágrima se empezaba a formar en su párpado. 

Entonces supo que tenía que decir algo.

—No todos los días te dicen que tienes otro trio de hermanos —dice suavemente mientras mira hacía otro lado—, y comparados a ellos somos muy corrientes, hay que darle tiempo para que lo procese. 

—"Corrientes", querrás decir fracasados —bufó bajando la mirada—, ojala Matsuzo me hubiera abandonado a mi. Así yo sería el millonario. —dijo con sarcasmo.

Un silencio acompañaron las palabras de Todomatsu, pero no cualquier silencio, uno largo e incómodo que logro captar la atención de Jyushimatsu, provocando que su pecho se encogiera con un sentimiento agrio. 

Ichimatsu decidió retirarse con los vasos, ahora vacíos, a la cocina, mientras que Jyushimatsu avisó que iba a salir un rato.

Luego de despedirse de sus hermanos caminó por las calles, dirigiéndose a un lugar que conocía bien. El puente que pasaba por un río cerca de su antiguo hogar fue su destino, el lugar que solía cruzar para llegar a su escuela era precioso, más con el sol comenzando a ponerse en el horizonte mostrando un cielo anaranjado.

Entonces un par de agrias lágrimas bajaron por su mejilla, él aún con su rostro impasible, miró el borde del puente, justo donde el agua pasaba bajo él y cerró fuertemente sus ojos recordando aquella incomodidad que aún prevalece en su pecho, como si fuera el precio a pagar de un grave pecado que cometió.

"Pude hacer más. " Pensó con remordimiento.

—¿Jyushimatsu-kun?—escuchó llamar su nombre detrás suyo, limpió sus lágrimas con su manga y volteó, extendiendo su tonta sonrisa de siempre.

—¿Jimmy-kun?

—¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendido, el joven apuesto llevaba unas bolsas de plástico llenas de víveres.

Jyushimatsu se quedó congelado un momento, entonces llevó su mano en su nuca y río avergonzado.

—Me perdí. —mintió simulando rascarse la nuca.

Él sonrío preocupado, consiente de que le había mentido. Jimmy se acercó a su lado y miró en su misma dirección.

—¿Qué ha pasado? —preguntó dejando sus bolsas en el suelo y recargando su peso en la barandilla.

Jyushimatsu guardó silencio, clavando su mirada en el rio.

Aún con el rompimiento de su noviazgo con su hermano, Jimmy era su amigo, quien lo había apoyado en sus momentos más difíciles y, quien había visto su parte más vergonzosa, la parte que nunca le mostraría a sus hermanos.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora