Reunión: segunda parte

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Últimamente la suerte no estaba del lado de Ichimatsu, su pequeño mundo se estaba desvaneciendo justo delante de sus narices y aunque intentaba con todas sus fuerzas evitarlo, parecía que con cada intento se desmoronaba más.

De la puerta donde salió Karamatsu, alguien más apareció. No lo conocía, no se habían presentado antes, pero reconoció al hombre que venía a buscar a Jyushimatsu a su hogar.

—Hey —saludó Sett con una mano. También vestía de traje, pero con un estilo más informal—. Siento interrumpir, Choromatsu-sama desea que tomen asiento, por favor.

—Claro —asintió Karamatsu, levantando una ceja de forma burlona—. ¿Serás nuestro mayordomo hoy, Sett?

—Lo sería si me lo pidiera Karamatsu-sama —contestó divertido—. Pero hoy me solicitaron por un asunto de seguridad, así que tendría que negarme.

—Bien, de todas formas sé que apestas sirviendo el té —respondió con una leve risa, luego se dirigió a sus hermanos, mientras Sett desapareció por la puerta donde entraron los hermanos—. Tomen asiento, pronto servirán la cena.

Ambos hermanos se sentaron junto a Karamatsu, siendo Ichimatsu el más alejado.
El mayor notó la distancia de Ichi, sabía la razón, pero no quería incomodar a su hermano, así que se limitó a preguntar por si bienestar y sostener una pequeña charla con Todomatsu.
Pasaron los minutos, hasta que finalmente Choromatsu apareció por esa misma puerta, vistiendo un traje negro verdoso con una corbata verde.

—¡Oh, Choromatsu-niisan! —exclamó Todomatsu cuando lo vió.

—Llegaron pronto —dijo mirando el reloj en su muñeca—, y a tiempo. Bien.

—¿Por qué tanto teatro? Llevamos sentados aquí horas —exageró levantando una ceja.

—Calma, pronto acabará el misterio —respondió tomando asiento frente a Ichimatsu, sosteniendo un contacto visual incómodo con su hermano.

—Bueno, solo falta Jyushimatsu —dijo Todomatsu, cruzando sus brazos, pensativo—. No lo he visto en un buen tiempo, me pregunto si vendrá.

—Él ya está aquí —respondió Choro, señalando la puerta con un movimiento de cabeza.

Jyushimatsu estaba parado en la puerta, dudoso si seguir adentrándose o mantenerse en su lugar. Su mirada dudosa cayó en Choromatsu, quien asintió dándole permiso para seguir. Él caminó rápidamente hasta sentarse a un lado suyo.

—¡Jyushimatsu-niisan, cuanto tiempo! —saludó enérgico Todomatsu, pero solo recibió una sonrisa torcida. Notaba algo raro y diferente en él, tenía una mirada oscura extraña en su animada personalidad.

De repente Todomatsu se sintió extraño, mil misterios parecían haber aparecido en el transcurso de, a su parecer, corta ausencia. Con Ichimatsu retraído, Jyushimatsu incómodo y Choromatsu desinteresado, la plática no fluyó tanto como a Karamatsu le habría gustado. Todomatsu compartía el sentimiento, pues después del poco contacto que había tenido con sus hermanos esperaba un poco más de calidez, pero no recibió más que miradas evasivas y respuestas cortantes. Se sentía dolido, esperaba que está reunión resolviera todas sus preocupaciones y al parecer, sería una larga espera.
O eso pensó, pero Osomatsu le demostró que estaba equivocado cuando apareció tras esa puerta. Sostenía su cuerpo con un bastón refinado, bien pulido y reluciente. Vestía un traje completamente negro, incluso su camisa parecía absorber toda luz que paraba en su ropa, el rojo carmín de su corbata era el único color que lucía. Su presencia se sintió muy pesada en la habitación, pues todos giraron sus miradas en su dirección cuando se adentro en ella.

—Finalmente tenemos nuestra reunión familiar —dijo con una sonrisa relajada, mientras se acercaba a su asiento. Jyushimatsu se levantó para ayudarlo, pero lo detuvo con una mano—. No hace falta, Jyushimatsu.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora