Navidad

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Con la noche inundando las frías calles, existía un lugar inespecífico, dónde los olvidados vivían tratando de sobrevivir. Los niños que vivían en el supuesto orfanato estaban tan acostumbrados a los malos cuidados que, el ver a un niño fallecer por alguna enfermedad no era raro. Las instalaciones estaban viejas, desgastadas, casi cayéndose, y sin embargo aún seguían resistiendo a las fuertes lluvias de las estaciones del año.  Aquel grupo de tres niños con caras similares, vivían apoyándose unos a otros, siempre fue así.

Esa misma noche, el grupo de niños se preparaban para dormir algunos ya en sus camas, sin embargo, tres pequeños se amontonaban en una sola para descansar. Se abrazaban manteniendo el calor para su pequeño grupo.

— Hey Karamatsu ¿Seguro que estás bien en la orilla? Podrías caerte. —preguntó el más joven de los tres.

— Estoy bien Choromatsu, no me molesta estar en la orilla y no nos movemos tanto como para que me caiga. —contestó en un susurro a su hermano menor.

— Pero...

Aún cuando solo hablaban entre ellos, algunos niños les advirtieron que guardarán silencio. No querían problemas, así que hicieron caso y cerraron los ojos.
Cuando Karamatsu intento dormir, un ligero jalón a pijama le llamo la atención y, curioso, volteo la mirada al pequeño niño castaño que lo miraba con una expresión decaída.

— Kara-chun. —lo llamó con lágrimas en los ojos.

— ¿Haru? —sorprendido, el se levantó de la cama, llamando la atención de sus hermanos y lo tomó de los hombros abrazándolo levemente— ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

— Tuve una pesadilla. —explicó sorbiendo su nariz.

— ¿Karamatsu? ¿Qué pasa? —preguntó en un susurro Osomatsu.

— ¿Puedo dormir con ustedes? —preguntó el infante frotando ligeramente sus ojos.

— Haru... —él iba a negarse, pero una mano en su hombro lo detuvo.

— Claro. Ven, te hago espacio. —dijo Osomatsu con su expresión amigable de siempre.

La cama al ser tan estrecha obligo a los mayores a dejar descansar al infante encima suyo, más bien, encima de Choromatsu. Quien al ver la pequeña cara de Haru con sus mejillas rosadas y nariz respingona, llorando, no pudo negarse y acepto en hacer de cama para él. El mayor acariciaba la espalda de Haru para que se calmara, mientras que Karamatsu le cantaba suavemente una canción de cuna. Lentamente los cuatro se sumieron en un largo y cálido sueño.

[...]

Al día siguiente, todos se levantaron de buen humor, se cambiaron de ropas a sus camisas grises descoloridas con apenas rastros de color, y sus pantalones cortos hasta la rodilla.

— Hey, Haru, acércate. —dijo Choromatsu sorprendiendo al menor.

— ¿Qué pasa, Choro-chan?.

— Ya te dije que no me llames así, Osomatsu si que es mala influencia—dijo notándose un poco irritado por el apodo, simplemente volvió al tema por el que lo llamó—. Bueno, ¿Me dejas cepillarte el pelo?

— ¿Eh? ¿Por qué? —preguntó girando levemente la cabeza.

— Solo ven, no tardaré.

Se acercó curioso a Choromatsu mientras él agarraba un desgastado cepillo. Supuso que el hecho de que su antes lacio cabello empezará a rizarse le llamo la atención, por lo que escucho, es completamente normal. Suavemente empezó a cepillar su pelo con cuidado de no lastimarlo, dándose cuenta de lo suave que este era considerando el lugar donde estaban, la magia de la niñez supuso.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora