Fatiga

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Osomatsu se levantó de su cama, había permanecido ahí toda la noche. Curaron sus heridas en su hogar y le aconsejaron descansar. Pero no podía descansar, no mientras dos de sus hermanos estuvieron al borde de la muerte hace tan solo unas horas.

Se levantó con el objetivo de salir y dirigirse al hospital, pero el dolor agudo en su pierna le impidió hacer cualquier movimiento.

¿Cuándo se había vuelto tan débil? Odiaba ese sentimiento de vulnerabilidad. Por eso le había dedicado tantos años de su vida en construir una reputación temible, una técnica de combate perfecta, una máscara indestructible. Pero todo había sido inútil cuando le arrebataron su consciencia de forma tan abrupta, perdió gran parte de lo que había puesto tanto esmero en construir.

Ya no podía permitirse hacer la vista gorda, no cuando se sentía tan herido y traicionado.

Masajeó sus ojos con pesadez, de algún lado tenía que sacar la fuerza para seguir avanzando.

[ . . . ]

Una gota de sudor se deslizó por su sien, estaba contra la espada y la pared. Todo comenzó a dar vueltas en su cabeza mientras sus principios y sus deseos tenían un arduo enfrentamiento.

¿Qué debía hacer? No podía permitir que siguieran vivos, tenían que morir hasta el último de su maldita sangre. Pero una débil voz en su interior le gritaba que no lo hiciera, que siguiera el camino de la justicia y lo dejará en manos de la policía. El mismo camino que ella había tomado.

Y por eso estaba muerta.

—¿Mamá? —una voz la sacó de su trance, volteó a mirar a su hijo, despierto a su lado—. Tengo hambre.

Bushida soltó un suspiro y besó su frente. Una débil sonrisa se extendió en sus labios.

—¿Cuántos años tienes, cariño? —preguntó repentinamente.

—¡Hoy cumplo siete! —Bushida abrazó a su hijo contra su pecho—. ¿Te quedarás conmigo todo el día? Lo prometiste.

—Lo haré, mamá es toda tuya hoy —el rostro de Itsuki se iluminó y se acurrucó más contra el pecho de su madre—. ¿Qué quieres hacer hoy?

El niño pensó un momento antes de hablar.

—Quiero ir a pasear y comer pasteles —al parecer, no había pensado tanto su respuesta—. ¿Podemos?

Ella sonrió y acarició el suave cabello de Itsuki.

—Podemos.

[ . . . ]

Choromatsu estaba avergonzado. Despertó con su mano agarrando fuertemente la mano de Michi. Pasó un largo minuto hasta que recuperó completamente su conciencia y para ese momento aún sostenía con fuerza a Michi.
Lo soltó rápidamente, como si su piel quemara. Eso le provocó una sonrisa, Choromatsu solo quería golpearse a sí mismo.

—Iré por el doctor —avisó suavemente y se levantó.

Un doctor llegó y le explicó que ya no tenía un riñón. De ahora en adelante debía tener mucho cuidado con su salud, una estricta alimentación, abundante agua, deporte diario... Ya era cuidadoso, pero ahora tenía que serlo aún más. Era una molestia.
Estaba teniendo una buena recuperación, si seguía así pronto lo darían de alta. Al menos eso era una buena noticia.

Soltó un suspiro cuando finalmente el doctor se retiró.

—Así que ¿todos están bien? —preguntó rompiendo el silencio entre Michi y él.

—El señor Todomatsu y el señor Jyushimatsu tuvieron lesiones menores en el enfrentamiento, fueron los menos afectados —explicó luego de aclarar su garganta—. El señor Osomatsu tuvo una pequeña herida en la pierna pero no fue nada grave.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora