Diamante en bruto.

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El gimnasio de entrenamiento del Fukūnakami, dónde jóvenes reciben un entrenamiento violento, al propio estilo de la organización. Todos aquellos que entran, no tienen más opción que sobrevivir a costa de sus compañeros.

El puño sangriento de Jyushimatsu era evidencia.

Cuando su contrincante cayó, gritos eufóricos se escucharon y él no tardó en unirse, liberando la adrenalina que aún circulaba por su cuerpo.

Sett subió al escenario y acarició su cabeza con fuerza, felicitándolo sobre los gritos de la multitud.

Una vez terminó el espectáculo, Jyushimatsu observó la pila de billetes esparcidos por la mesa y a Sett contándolos con una mirada brillante.

—Te estás volviendo popular Matsumatsu—kun —sonrió mostrándole el dinero—. Te dije que tenías talento.

Jyushimatsu empujó los billetes y acostó su torso sobre la mesa, estirando sus brazos.

—Estoy muerto.

—Descansa por hoy, lo hiciste bien -dijo revolviendo su cabello con ternura—, ¿Quieres una pizza?

Él asintió ligeramente.

—Pediré una, duerme hasta entonces.

—¿Te vas a trabajar? —preguntó adormilado.

—Así es, volveré en la mañana.

—Que te vaya bien —se despidió antes de quedar completamente dormido.

—Me voy —respondió levantándose de su silla, su celular le advirtió que estaba recibiendo una llamada.

El celular vibró con el nombre "Vin" en su pantalla.

—¿Si?

¿Metiste a Matsuno Jyushimatsu al torneo? -preguntó inmediatamente Vin.

—¿Qué pasa con eso? —contestó acercándose a la puerta principal, tomando la manija.

Mierda, Kaito no está feliz de perder por culpa de tu amigo. ¡Quiere matarte! —gritó al otro lado del teléfono, evitando que Sett abriera la puerta.

—Que mal perdedor —sonrió asomándose por la mirilla.

¿Qué estás haciendo? Acabas de meter en problemas al hermano del jefe.

—No estoy cuidando de un niño pequeño si eso era lo que preguntabas, él es tan adulto como el jefe, puede hacer lo que quiera.

Esto no es buena idea, Sett, y tú lo sabes ¿Qué planeas?

—Solo ayudo a un amigo a exprimir su potencial—explicó desenfundando un cuchillo—. Hablaremos luego, Vinny, me aseguraré de que no tenga invitados sorpresa por aquí.

Maldita sea, no vuelvas al hospital, no voy a visitarte.

Él río y colgó la llamada.

[ . . . ]

—Vincent —lo llamó una voz autoritaria, haciendo que se volviera de inmediato—. Necesitamos hablar.

—Claro que sí, jefe.

Karamatsu lo miró e hizo una seña para que lo acompañará a su oficina, ambos comenzaron a caminar, uno detrás del otro.
Los tacones resonaban entre las paredes del elegante pasillo, pintadas de un color azul, y una alfombra en el suelo de color negro que le daba al lugar un aspecto elegante, y a la vez lúgubre, cómo si el lugar mismo le diera las malas noticias.
Un estilo que no combinaba con la personalidad de su jefe. Llegaron a la habitación y abrieron la puerta, el escritorio de Haru fue el primero que encontraron, colocado a un lado de la habitación sin estorbar el paso. Lo saludaron rápidamente y continuaron por un par de escalones.
La puerta de su oficina resaltaba por los detallados de madera en ella, habían diferentes estructuras de diferentes formas y tamaños, todas uniéndose en una hermosa rosa.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora