Primera vez.

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[ Advertencia: El capítulo presente contiene lenguaje explícito y escenas de violencia explícitas relacionadas con mutilación de personas, abuso sexual, violación, y abuso de menores de edad. Si eres sensible con estos temas salta al siguiente capítulo. Procede bajo tu propio riesgo.

Favor de leer con discreción. ]

La primera vez que Osomatsu fue testigo del verdadero significado de ser parte de la familia Tougou, fue pocos meses luego de ser adoptado.

Desde que los papeles se firmaron, su nuevo padre lo comenzó a instruir en el bajo mundo, dónde, utilizando palabras suyas, reinaría tan pronto entre de lleno en él.

Sin embargo, a su corta edad de 13 años aún no era capaz de pensar en las atrocidades que se vería obligado a cometer solo para conseguir la aprobación del hombre que se hacía llamar su nuevo padre y mentor.

En la habitación, desearía concentrarse sólo en el sonido de su corazón palpitar, pues la fuerza con la que golpeaba su pecho le hacía pensar que en cualquier momento podría salir corriendo de su cuerpo, cumpliendo su deseo de huir de la atroz escena de la que era testigo.

Una jóven, de no más de 20 años sostenía en su boca el pene de un hombre fornido, mientras él tomaba con fuerza su cabello y hundía su cara en sus genitales, soltando profundos gemidos al unisono del sonido de asfixia que hacía la garganta de la mujer. Ella, intentaba desesperadamente con sus delgadas manos separarse del hombre, hasta que un par de minutos después él la dejó libre. En ese momento ella aspiró una gran cantidad de aire, recuperando poco a poco el aliento con su boca abierta y gesticulando como un pez.

Osomatsu observó que, junto con la gran cantidad de saliva y semen que escurría de su boca, había sangre. Y no era poca, los labios rojos e hinchados de la fémina hacían notar lo desgastada y herida que estaba, sin mencionar los moretones en su cuerpo y el ojo hinchado que acompañaban a su antiguo lindo rostro. Lejos de ser excitante, lo único que me provocaba era repulsión.

En su desnudez, la joven intentó cubrirse en vano cuando notó que él la miraba, y justo en ese momento el hombre se giró hacía él.

Él era el hombre que se encargaba de cuidarlo a él y a sus hermanos. Un hombre se supuesta confianza.

—Tougou-sama —saludó con una completa reverencia a Tougou, quien se encontraba detrás de Osomatsu, posando su pesada mano en su hombro.

—Buen trabajo, ¿Quién es la señorita? —preguntó él, con una extensa sonrisa.

—Un topo —respondió haciendo un gesto de disgusto al girarse hacía la mujer—, pronto la devolveré, solo estoy jugando un poco con ella.

—Está bien, está bien. Después de todo, te lo mereces por tu arduo trabajo cuidando a mis nuevos hijos, ¿Verdad, Osomatsu-kun?

Osomatsu no fue capaz de hablar, así que se limitó a asentir y sonreír.

—Ese es mi niño —dijo satisfecho y palmeo su hombro suavemente —. Bien, creo que es hora de preparar a la señorita, pronto será hora de devolverla.

—Ahora mismo —asintió el hombre y, mientras guardaba su pene y se acomodaba su pantalón, salió con prisa de la habitación.

El menor no podía respirar bien, ¿Estaba entrando en pánico? ¿A qué se refería con prepararla y devolverla? Tantas preguntas comenzaban a cruzarse en su cabeza que no se dió cuenta cuando él volvió con una bolsa negra en su mano y otro par de hombres detrás suyo.

La blanca habitación estaba manchada con pequeñas gotas de sangre fresca y algunas manchas ya secas, en el suelo, en las paredes, en la puerta... Osomatsu no podía imaginarse la clase de barbaridades de las que fueron testigos los muros del lugar, y tampoco quería hacerlo. Su, ahora frágil, salud mental no lo soportaría.
Una mesa desplegable fue puesta en el centro y la mujer fue forzada a subirse, dejando caer sus piernas por el borde y manteniendo su cadera justo en la esquina. Sus brazos también los forzaron a mantenerlos pegados en la mesa, dejando una buena vista de su cuerpo magullado.

El hombre anterior sacó de la bolsa una botella de soju vacía, y se la ofreció a Tougou.

—Chicos, ya jugaron bastante con ella, ahora podemos pasar a hacer nuestro trabajo y demostrarle al mundo que, una vez más, somos superiores —habló el líder, tomando la botella con su mano delinear el contorno con su dedo—. Hoy tenemos a mi hijo de invitado, para que pueda observar la ferocidad de la que estamos orgullosos, sean amables con él.

Todos asintieron y aplaudieron momentáneamente, con un rostro serio e inexpresivo.

Una sonrisa se plantó en el rostro de Tougou y, separando las piernas de la mujer metió de un movimiento la botella dentro de su vagina, sacándole un grito doloroso mientras se retorcía en los brazos de los subordinados.

—¡AAHH! ¡No! ¡Yo no hice nada! ¡Por favor! —balbuceaba con dolor, provocando que Osomatsu desviará la mirada.

Tougou tomó sus mejillas con su mano y lo hizo voltear, obligándolo a ver las gruesas gotas de sangre que brotaban del sexo de la mujer. No sabía que clase de expresión estaba haciendo ahora, porque él soltó una risa burlona y pasó su brazo por sus hombros, apegando su cuerpo a su costado.

—Esto no es nada, Osomatsu-kun, mira con atención —susurró en su oído antes de separarse y tomar la boca de la botella, pero al intentar moverla esta no cedió.

Estaba atorada.

La jóven comenzó a llorar con fuerza al verlo acercarse, gritó y pataleo contra los hombres que la sostenían, llenando su rostro con más fluidos de los que ya tenía encima.

—No sientas compasión, hijo mío, aquí tal cosa no existe —dijo antes de jalar la botella.

Un sonido grotesco acompañando de un grito doloroso fue lo que rebotó en las paredes, la botella comenzó a gotear sangre y en el suelo se encontraba una bola de carne que permanecía unida a dónde se supone estaba la vagina de la mujer.

Ahora solo colgaba un montón de carne, y de ella ni un sonido volvió a salir.

Los hombres la soltaron, dejando caer sus extremidades como simples piezas de carne y ninguno se inmutó ante la escena.

Osomatsu no pudo contener las náuseas frente al denso aroma metálico y corrió a una esquina a vomitar. Permaneció ahí un tiempo, vómito y vómito hasta que en su estómago se calmó. Su garganta ardía, su corazón palpitaba a una velocidad que no era normal, y su cabeza no dejaba de dar vueltas. Sus piernas no tardaron en ceder y cayó sobre su suciedad, temblando sin control y con un sudor frío recorriendo su cuerpo.
¿Ahora él tendría que matar mujeres? No podía imaginarlo, no era capaz, su cabeza simplemente podía asimilar la escena de la que sus ojos habían sido testigo. De solo pensarlo su estómago se reveló y comenzó a expulsar lo que sea que aún había dentro, poco después sintió potentes arcadas consecuencia de que no hubiera nada más que sacar.
Ahora su ropa estaba cubierta de su propio vómito, y de la sangre que había llegado hasta él de aquella pobre mujer.

Nadie movió un dedo y lo único que se escuchaba en la habitación era la pesada respiración de Osomatsu, hasta que se calmó.

—Osomatsu-kun —lo llamó Tougou, más molesto que preocupado—, ven.

Un segundo fue suficiente para que la idea de abandonar fuera descartada por completo, pues él y sus hermanos estarían condenados. Ya había entrado y no había manera de salir con vida, no mientras el Fūkunakami existiera.

Luego de ese segundo, con sus fuerzas restantes se levantó y caminó lo más recto que pudo hacía Tougou.

Él lo analizó, analizó su ropa llena de sus propios fluidos, su cabello despeinado, su cara sucia, y lo que lo hizo sonreír fue la mirada llena de fuego en sus ojos.

—No me equivoqué contigo —dijo sonriente, palmeando su espalda y ayudando a su tembloroso cuerpo a enderezarse.

Osomatsu se colocó a su lado, sucio y asustado, pero ahora que la sangre lo había alcanzado no había forma de retroceder, e incluso si la hubiera, él ya había elegido su camino.

—Claro que no —contestó devolviéndole la sonrisa.

Continuará...

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora