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No había podido pegar ojo.

El horrible traqueteo incesante de su nervioso corazón, así como el frío calando sus huesos nunca fue una buena combinación. ¿Cuando había acabado como vagabundo sin hogar en una noche tan silenciosa?

Desesperado. Había intentando ir a su casa, hablar con su madre. Intentar que le dejara entrar en lo que una vez su casa pero fue cerrado de un portazo la puerta así como sus oportunidades de lo que fue volver a su antigua vida.

¿Acaso importaba? No podía recordar bien su infancia, solo una mano alzada así como el rostro de su madre asustada. Pero sabía que no había sido una buena vida.

Hasta que todo se volvió a echar a perder. Aquella noche hace unos años.

No importa. No importa. No tenía que darle más vuelta al asunto. Pensaba mientras que se levantaba del banco de un parque donde se había colado la noche anterior en busca de un sitio tranquilo donde poder pasar la noche.

Ahora estaba congelado, tampoco le extrañaria si tomaba un resfriado o cualquier otra cosa.

Como amaría poder verte ahora.
No, no quería que le viera con esas pintas. Ropa desarreglada, cabello desordenado y ojeras de haber pasado una mala noche.

Era lo mejor.
Un mensaje interrumpió sus pensamientos, irritado mira quien era quien le molestaba a esas horas de la noche. Dándose cuenta de que había. . . muchos más mensajes y llamadas de las que podía imaginar.

Baji.

"Hey, Tora. ¿Donde estas?
Llevó un rato intentando contactarte.
Ya se que has salido de la correccional, quiero verte. "

"Tora estoy preocupado, ¿tu madre te ha dejado entrar en tu casa? Sabes que puedes venir a vivir a mi casa. Mi madre te adora. "

Y así repetidos mensajes, agradecía su apoyo y preocupación, pero no quería deberle nada. No debería preocuparse por él. ¿Por qué no había sido buena persona, verdad?

No no no. No fue su culpa.

Guardando móvil de nuevo en sus bolsillos caminó sin darse cuenta hacia la vivienda del pelinegro. Pasos ruidosos, pies arrastrantes. No quería verlo de esta forma.

Fue que llegó a los minutos para encontrarse con algo que no le gustó.

Ver a su amigo abrazado a un chico rubio. ¿Quien era? Pudo apretar el borde de su camiseta con un sentimiento de abandono, de tristeza. Dando vuelta atrás sin voltearse.

Estaba claro que su amigo ya tenía con otra persona con la que contar. Esa sonrisa feliz, la misma que había tenido antes de que todo ocurriera con él. No podía destrozar aquello.

A veces había que dejar lo que más queríamos por muy doloroso que fuera.

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Aunque había escuchado su nombre gritar, sus pasos no se detuvieron en ningún momento. No quería estar allí, su garganta ardía en presión de querer vomitar. Se sentía como gato abandonado a la luz de la luna.

No pensó que sería visto. Cuando pensó que lo había dejado atrás fue que tomó el número que le habían dado ayer, ¿sería buena idea? No, seguramente no.

Su corazón se estremeció con fuerza ante su mala decisión mientras que sus manos temblorosas escribían el número del desconocido de ayer, dudando antes de marcar el mismo. Directo, la mayoría de las palabras sobraba. No necesitaba decir mucho, solo lo justo y necesario.

— Hanma, me unire a Valhalla. 

Allí empezó su primer error, sin retorno y sin perdón. El destino que tanto quería deshacer, sin ninguna evitación seguiría su curso con razón.

Sinceramente Hanemiya Kazutora era un idiota. Pero ya no había marcha atrás.

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora