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Sus piernas ya no podían más, tambaleándose por los temblores que estas tenían tuvo que dar un pequeño descanso antes de seguir con su camino.

Por poco se iba a tropezar. Su hábil diestra puso sobre una pared cercana, cogiendo aire. Inspira, espira. Intentando calmarse. Mala idea fue ponerse a correr después de haber salido de enfermería y de sufrir un desmayo.

— Ya no debe estar persiguiendome. . .

Fue lo que pensó, cuando una mano se posó sobre su hombro preocupado al ver como se encontraba apoyado sobre una pared intentando recuperar el aire perdido.

Se estremeció y sorprendió, sobresaltandose en ese mismo instante. Pegando incluso un pequeño grito. Se había asustado.

Fue cuando escuchó la voz ajena que sufrió el peor temor.

— Tora, ¿estas bien?

Sentía que se iba a desmayar de nuevo al sentirlo tan cerca, puesto que este le había abrazado por la espalda posando su cabeza en el hombro del teñido.

Sus latidos parecían ir a mil por hora, seguramente por el susto quizo creer. O quizás por algo más, la cosa es que su corazón iba bastante rápido.

Casi sentía que el contrario podía escuchar su latir.

— B-Baji. . .

Las palabras que quería decir fueron atascadas en su boca, ardían en su garganta y se perdían en el vacío. Se había bloqueado. Su pecho dolía.

Casi sentía las ganas de llorar, de abrazarle y pedirle que fuera de vuelta su amigo, de tenerlo cerca y no dejarle ir nunca más.

Pero no podía. Si quería salvarle, debía hacer un sacrificio, él sería ese sacrificio. No habría de nuevo un futuro sin Baji.

— Tora, Tora. ¿¡Tora!?

Al no recibir respuesta fue que el pelinegro giró anatomía ajena para tenerlo de frente, sus hábiles se posaron en mofletes ajenos aplastando estos. La mirada de Kazutora se encontraba pérdida en mil y un pensamientos, pensamientos de dolor y pesadez, de tristeza y cansancio.

La mirada de Baji fue contagiada por el contrario, no sabía que le pasaba a su amigo pero seguro que estaba sufriendo. Suaves y débiles caricias le dio en las mejillas, con un cariño desmesurado y desbordante, un cariño que quería que el mayor sintiera.

Baji siempre estaría con Kazutora, eso es lo que le quería hacer sentir. Nunca le abandonaría y menos si este se encontraba mal.

Como si fueran a un infierno juntos nunca se apartaría de su lado. Eso fue lo que se prometió hace ya unos años.

Gotas saladas inundaron su semblante, cayendo por sus ocelos, pasando por sus mejillas, como agua que fluye por un río sin cauce.

Baji se preocupó más. ¿Qué era lo que tanto dolor le provocaba? Apretó sus manos sin darse cuenta de ello, apartando al darse cuenta las lágrimas que caían por sus orbes, delicado como si él fuera un muñeco de cristal a punto de romperse.

Sabía que no lo había tenido que pasar bien estos años solo en el reformatorio, cargando con una culpa que su mente no podía tolerar.

— Kazutora.

Fue contagiado por las lágrimas ajenas, Baji también llorando en este momento aunque no tanto como su acompañante. Volvió a abrazarle con fuerza, queriendo hacerle saber que siempre estaría a su lado.

— Vuelve, vuelve conmigo. . . Te extraño, Tora. No tienes que sufrir solo.

No respondió, pero si reaccionó. Fue apartado por el de cabellera negra y amarilla, negando con la cabeza.

— Es mejor que te olvides que una vez me conociste.

Quiero que seas feliz sin mi, que vivas sin mi asesinato, que nadie te traicione como yo.

Esos eran sus pensamientos, a su pesar.

— ¿¡Por qué diablos haría eso!? ¡Tora si hay algo que te lastime yo siempre estaré ahí! Siempre estaré a tu lado, no me jodas.

Breve movimiento realizó, negando. Sus gestos eran débiles, agotado de toda esta situación.

— Lo siento, Baji.

No quiso seguir con la conversación, dando unos pasos hacia atrás hasta que empezó a caminar de nuevo en dirección contraria a la que se encontraba Baji.

Kazutora se encontraba como juguete roto y desechado, huyendo como cobarde que era. No queriendo afrontar el dolor que sufría. Sintiendo que así era lo mejor.

Baji estaba confundido, viéndolo marchar, mirada de pena como gato abandonado pero furioso como leon hambriento. Queriendo estar a su lado.

Fue cuando la visión de Baji perdió de vista a Kazutora, quieto y silencioso, qué una persona le abrazo de repente. Inquieto miró la cabellera rubia, no queriendo tener su mirada en este.

— ¿Baji, estas bien?

Preguntó Chifuyu, preocupado. A lo que el de cabellos negros asintió, no iba a meterle en sus problemas.

— Si, no es nada.

Su tono de voz no convencía a nadie, pero de momento lo dejó pasar. Yéndose de allí juntos, a seguir seguramente su rutina de día a día.

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora