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Baji miraba como el de hebras bicolor se había quedado de nuevo dormido, retirando suavemente las lágrimas restantes que en sus ocelos y mejillas habían quedado.

Acomodando este en la mullida cama, su mirada dirigió hacía sus amigos que en la puerta aún se quedaron observando con pena a su ex compañero y fundador de la ToMan. Incluso Mikey, que hasta hace unos segundos estaba enfadado fue que se calmó con pena por la situación de Kazutora.

— Te va a tocar arreglar esta puerta, Baji. Pero ya discutiremos de esto en otro momento.

Asiente con pesadez, no quería dejar solo al mayor que en la cama se encontraba, pasando su mirada a este de nuevo.

— Pueden quedarse, mañana hablaremos sobre Kazutora de nuevo.

Comenta de nuevo Mikey, por suerte sabía que su abuelo no les iba a decir nada por quedarse a dormir una noche en su casa, e incluso más de una. Los trataba a todos como si fueran sus nietos también.

Los chicos se fueron deseándole una buena noche a Baji, dejando a este solo con Kazutora.

Lentamente y con cuidado se tumbó al lado, tomando delicadamente la cabeza de Tora para acomodarle sobre su pecho. De la misma forma había rodeado la anatomía del bicolor dándole un abrazo.

— Tora yo te protegere de todo el mal que te este atormentado porque tú eres la cosa más preciada que tengo.

Sabía que no le iba a escuchar, pero no le tomo importancia. Antes de que se diera cuenta por el cansancio de todos estos días se había quedado dormido. Sus párpados se habían cerrado de manera involuntaria. Para cuando quiso darse cuenta, la cama una vez cálida se encontraba fría y vacía.

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En medio de la noche se había levantado ante la calidez de la anatomía impropia, placentero y satisfactorio, pero doloroso debido a que encontrarse en esa situación al abrir sus párpados le hizo reconsiderar el estar alejándose del menor. No, sabía que era lo mejor.

Teniendo en cuenta y cuidado de no despertarle, fue que retiro las manos de su anatomía. Observando el rostro ajeno, su semblante se veía sereno y calmado, se veía bastante lindo mientras dormía. Casi pudo robarle una sonrisa de sus cansadas facciones.

Se había parado sus ocelos por un momento en los labios de este, tentado sin saber la razón. Fue que lentamente posó sus belfos sobre estos, dejando un inocente y primer beso.

Su corazón latía sin entenderlo pero hizo caso omiso a sus ganas de quedarse a su lado y se retiró de la cama, haciendo memoria de lo que había pasado.

Caminaba por la casa tranquilo, estaba todo silencioso. Imaginaba que los habitantes de allí estaban todos en un profundo sueño.

No estaba seguro de cuando fue que llegó a la azotea, su mirada perdida en el horizonte. En el borde de una zona sin barandal. Ni cuando fue que empezó a llorar solitario y sin ganas de vivir.

Quizás lo mejor para todos era que él desapareciera.

Quizás estaba a punto de cometer una estupidez.

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Preocupado empezó a gritar llamando a Kazutora, provocando que todos los demás se despertaran también. Con una cuestión de confusión en todos ellos.

— Baji, calma calma. Vamos a buscarle.

Quería decir Mitsuya, aunque Takemichi se quedó un momento inmóvil recibiendo un recuerdo que antes no había tenido ¿o era una visión del futuro?

— LA A-AZOTEA.

Todos miraron a Takemichi y antes de que todos dijeran algo Baji fue directo hacía donde había nombrado él se hebras rubias teñidas. Los demás siguiéndolo.

Se había quedado en shock ante lo que en su visión tenía delante.

— KAZUTORA. TORA. PARA.

Gritó, dando unos pasos hacía el mismo, intranquilo y con miedo de perder al chico, pero este solo se había girado con la mirada perdida, vacía, en dolor. Con lágrimas en sus orbes cristalinos de color ambar.

No, no, no. Pensó el de hebras oscuras aún caminando su paso para intentar retirarlo del borde y arrastrar al contrario de nuevo dentro de la vivienda así como cerrar la azotea para que no pueda entrar.

Pero sus ojos quedaron abiertos de par en par, escuchando a lo que pensó que eran sus últimas palabras así como la acción que realizó antes de que nadie pudiera detenerlo.

— E-Esto es lo que yo me merezco. . .

Tanto sus pálidos labios como su anatomía pudo notar que temblaba, era en lo último que podía notar antes de que todo pasará.

Kazutora se había lanzado al vacío de espalda, dejando un último rastro de gotas saladas, con sus brazos extendidos como pájaro que quería volver a la libertad.

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora