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En la temperie, el frío pudo hacerse calar en sus huesos mientras su mirada fría en plena oscuridad aún estaba dirigida hacía el par de pirómanos. Asqueado fue que escupió en el suelo. Enervado, sus ocelos se encontraban vigilando cualquiera de sus movimientos. Sabía que debía haber manipulado mejor a Kazutora, no se le hubiera escapado tan rápido de ser así. También podía notar que era por culpa de sus amigos, esos idiotas sin cerebro. Nadie podía estropear sus planes, nadie. No sabía que le diría a Kisaki de ser así.

Al ver como huían sus pasos calmados y sin prisas, se dirigían detrás de ellos. Llevaba realmente todo el día siguiéndolo, incluso cuando entraron en la casa de los Sano. El chico de hebras rubias y negras llevaba un rastreador, cosa que quizás no sabrían nunca. No creía que hubiera nadie inteligente en su grupo.

Fue divertido ver el casi intento de suicidio del chico, le hubiera gustado que hubiera caído. Aunque fuera algo que no estaba en pronóstico en sus planes, tenerlo vivo nunca fue una opción. Lo iba a desechar cuando hiciera lo que él quería. ¿Por qué en la vida es solo recibir verdad?

Una brisa casi desliza la capucha qué tenía, pero pronto pudo acomodar esta. No perdiendo de vista a ninguno de los dos. Le daba arcadas verlos tan juntos, como le gustaría ver el dolor en su mirada y el temor de sentir como la persona que quieren se muera delante de sus ojos ¿¡Y qué mejor si era ese mismo quien le mataba!?

— Oi oi, qué relajante sería verlos sufrir.

Pensaba quitarles todo, hasta el punto de que la desesperación le invadieran. Quería ver sus lágrimas, saladas y agonizantes, caer por su rostro. Quería ver como le pedían clemencia, eso sería el paraíso ante sus ocelos. Quería bañarse en su sangre y saborearla, dulce placer para sus belfos. Podía imaginarse mil y una forma de quitar aquella sonrisa de sus labios, de arrancar esas risas de sus gargantas y convertirlas en un hipnótico sonido de dolor.

Cuando los chicos pararon, y Baji fue a entrar un momento a una tienda, fue que se acercó a Kazutora tirando de su mano rápidamente sin ser visto, llevándolo a un callejón cercano. La oscuridad provocó que el de mechas rubias no supiera de primeras de quien se trataba. Hasta que vio los tatuajes de sus manos.

— Hanma. . . ¿¡Qué mierda quieres!?

— Shh. . . Así no deberías tratarme, To-ra.

Apretó mentón del nombrado, mano desocupada llevando al delicado y sensible cuello, queriendo romper este y dejarlo allí caído muerto.

Sin embargo esas no eran aún sus intenciones, amenazarlo para que le hiciera caso ahora le parecía la mejor opción. Por ello sus manos apretó como si quisiera dejar desencajado el cuello de la cabeza del chico foráneo.

Las manos de este intentaba detenerlo pero su testa empezaba a ponerse morada del poco aire que se encontraba sus pulmones. Doloroso e incesante aire que no podía conseguir, moviendo sus piernas para intentar pararle. Lágrimas que se agalopaban en mejillas de puro temor, mirada empezando a perder el brillo llameante de la vida a su favor.

Podría seguir o dejarlo, podía matarle y buscar otro plan. No le gustaba que le traicionaran, no es que le tuviera algún otro apego que ese.

— Desde el momento en que te uniste a Valhalla, te convertiste en mío. Hanemiya Kazutora.

Tirando ahora del cabello revoltoso del ajeno, fue que su rostro se acercó peligrosamente al del chico que parecía que iba a estallar en los sollozos que quería ocultar.

Hasta que soltó ahora el mentón, dejando únicamente una mano en cabello estirando aquel que quería resistirse del dolor que le era provocado. Misma hábil que colocó en la pared, apresionandole contra si.

El chico podía ver como desesperado buscaba el aire que no lograba obtener hasta que sus belfos fueron unidos en contra de su voluntad. Quería gritar de asco. Quería arrancarse los labios.

Kazutora ahora se sentía peor de lo que se suele sentir a su mismo. Era desagradable.

En un último ápice de voluntad que no había sido despojada, mordió el labio inferior con fuerza hasta hacerle sangrar. Hanma por culpa de eso siendo separado usando su sin hueso para retirar la sangre de sus propios labios que había sido derramada, siendo poca por suerte.

Lo que no pensó es que en ese momento aprovecharía para gritar, buscando que su salvador fuera a buscarle. Como princesa que buscaba a su príncipe, con la poca esperanza que le quedaba.

— BAJI.

Gritó que fue escuchado por el de hebras negras que desolado no sabía donde se había metido su amigo. Corriendo hasta la zona donde se encontraban, siendo lo primero que hizo derribar de un golpe al agresor de este.

El chico del lunar se encontraba en el suelo aguantando su estómago de dolor, puesto que había sido golpeado cuando sus labios usó para gritar por ayuda. Ayudándole a levantarse, posando al mayor por unos meses detrás suya, protector y posesivo.

— HANMA TE JURO QUE TE VOY A MATAR SI INTENTAS TOCARLE DE NUEVO. ¡Nadie toca a mi co-capitan!

— Lo dejaremos por hoy, lindo Tora.

Un escalofrío sintió en toda su médula espinal, recorriendo cada uno de los huesos de su espalda como si tuviera ciempiés recorriendo estas. Asqueroso, sentía arcadas.

Ignorando las palabras que le fueron dicha, se fue por hoy. Pero su mirada estaba complacida después de hacerle hecho sufrir como lo había hecho.

— La diversión solo acababa de empezar, haha.

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora